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General: Jueves de la VIII Semana del Tiempo Ordinario
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De: perladelmar (Mensaje original) |
Enviado: 03/03/2011 01:53 |
Jueves de la VIII Semana del Tiempo Ordinario Santo(s) del día : Santa Cunegunda
Ver el comentario abajo, o clic en el título San Gregorio Grande : « Gritaba más fuerte »
Libro de Eclesiástico 42,15-25.
Ahora voy a recordar las obras del Señor, lo que yo he visto, lo voy a relatar: por las palabras del Señor existen sus obras. El sol resplandeciente contempla todas las cosas, y la obra del Señor está llena de su gloria. No ha sido posible a los santos del Señor relatar todas sus maravillas, las que el Señor todopoderoso estableció sólidamente para que el universo quedara afirmado en su gloria. El sondea el abismo y el corazón, y penetra en sus secretos designios, porque el Altísimo posee todo el conocimiento y observa los signos de los tiempos. El anuncia el pasado y el futuro, y revela las huellas de las cosas ocultas: ningún pensamiento se le escapa, ninguna palabra se le oculta. El dispuso ordenadamente las grandes obras de su sabiduría, porque existe desde siempre y para siempre; nada ha sido añadido, nada ha sido quitado, y él no tuvo necesidad de ningún consejero. ¡Qué deseables son todas sus obras! Y lo que vemos es apenas una chispa! Todo tiene vida y permanece para siempre, y todo obedece a un fin determinado. Todas las cosas van en pareja, una frente a otra, y él no ha hecho nada incompleto: una cosa asegura el bien de la otra. ¿Quién se saciará de ver su gloria?
Salmo 33(32),2-3.4-5.6-7.8-9.
Alaben al Señor con la cítara, toquen en su honor el arpa de diez cuerdas; entonen para él un canto nuevo, toquen con arte, profiriendo aclamaciones. Porque la palabra del Señor es recta y él obra siempre con lealtad; él ama la justicia y el derecho, y la tierra está llena de su amor. La palabra del Señor hizo el cielo, y el aliento de su boca, los ejércitos celestiales; él encierra en un cántaro las aguas del mar y pone en un depósito las olas del océano. Que toda la tierra tema al Señor, y tiemblen ante él los habitantes del mundo; porque él lo dijo, y el mundo existió, él dio una orden, y todo subsiste.
Evangelio según San Marcos 10,46-52.
Después llegaron a Jericó. Cuando Jesús salía de allí, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud, el hijo de Timeo -Bartimeo, un mendigo ciego- estaba sentado junto al camino. Al enterarse de que pasaba Jesús, el Nazareno, se puso a gritar: "¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!". Muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: "¡Hijo de David, ten piedad de mí!". Jesús se detuvo y dijo: "Llámenlo". Entonces llamaron al ciego y le dijeron: "¡Animo, levántate! El te llama". Y el ciego, arrojando su manto, se puso de pie de un salto y fue hacia él. Jesús le preguntó: "¿Qué quieres que haga por ti?". El le respondió: "Maestro, que yo pueda ver". Jesús le dijo: "Vete, tu fe te ha salvado". En seguida comenzó a ver y lo siguió por el camino.
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por :
San Gregorio Grande (v. 540-604), Papa y doctor de la Iglesia. Homilías sobre el evangelio, n°2 ; PL 76, 1081
« Gritaba más fuerte »
Que todo hombre que sabe que las tinieblas hacen de él un ciego... grite desde el fondo de su ser: << Jesús, hijo de David, ten misericordia de mí>> Pero escucha también lo que sigue a los gritos del ciego: << los que iban delante lo regañaban para que se callara>>(Lc 18,39). ¿Quiénes son estos? Ellos están ahí para representar los deseos de nuestra condición humana en este mundo, los que nos arrastran a la confusión, los vicios del hombre y el temor, que, con el deseo de impedir nuestro encuentro con Jesús, perturban nuestras mentes mediante la siembra de la tentación y quieren acallar la voz de nuestro corazón en la oración. En efecto, suele ocurrir con frecuencia que nuestro deseo de volver de nuevo a Dios... nuestro esfuerzo de alejar nuestros pecados por la oración, se ven frustrados por estos: la vigilancia de nuestro espíritu se relaja al entrar en contacto con ellos, llenan de confusión nuestro corazón y ahogan el grito de nuestra oración ... ¿Qué hizo entonces el ciego para recibir luz a pesar de los obstáculos?
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Jesucristo, Tú pasas nuevamente por el camino de mi vida y hoy quiero pedirte como Bartimeo: “que pueda ver”. Permíteme verte en cada momento y en cada persona. Abre los ojos de mi corazón para que pueda experimentar tu Amor y abandonarme en tus manos.
Petición
Señor, abre mis ojos para que pueda encontrarme contigo.
Meditación
En el evangelio de este domingo (Mc 10, 46-52) leemos que, mientras el Señor pasa por las calles de Jericó, un ciego de nombre Bartimeo se dirige a él gritando con fuerte voz: "Hijo de David, ten compasión de mí". Esta oración toca el corazón de Cristo, que se detiene, lo manda llamar y lo cura. El momento decisivo fue el encuentro personal, directo, entre el Señor y aquel hombre que sufría. Se encuentran uno frente al otro: Dios, con su deseo de curar, y el hombre, con su deseo de ser curado. Dos libertades, dos voluntades convergentes: "¿Qué quieres que te haga?", le pregunta el Señor. "Que vea", responde el ciego. "Vete, tu fe te ha curado". Con estas palabras se realiza el milagro. Alegría de Dios, alegría del hombre. (Benedicto XVI. Ángelus, Domingo 29 de octubre de 2006)
Reflexión apostólica
Es necesario sabernos necesitados de Dios, reconocer que estamos ciegos. Jesucristo pasa por nuestra vida todos los días esperando que le llamemos, no fuerza el encuentro.
El ciego Bartimeo toca el corazón de Cristo porque es humilde, se reconoce necesitado y cree que Él lo puede hacer. Dejemos que Cristo actúe en nuestro sufrimiento, confiemos en Él.
Propósito
Hoy buscaré ver a Cristo en la persona que más me cuesta tratar y le brindaré una sonrisa, que venga del corazón.
Diálogo con Cristo
Jesús, hoy Tú nuevamente pasas a mi lado, quieres curarme. Hoy me atrevo a gritarte: “Maestro, que vea”. Déjame verte en mi vida diaria, en las dificultades y en las alegrías. Limpia mis ojos de todo rencor, del pecado; de todo aquello que me impide ver tu amor y amar a los demás. Dame la fe necesaria para reconocerte en el transcurso del día de hoy y en cada momento.
“En la medida en que nos acercamos a Cristo, también en nuestra vida verdad y caridad se funden” (Benedicto XVI)
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De: Nina40 |
Enviado: 03/03/2011 17:35 |
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