Nada turbe vuestra Paz
“¡Jesús ha resucitado, aleluya!
La alegría que experimentó mi Corazón cuando Jesús entró en el pequeño aposento en el que me hallaba, y cuando se inclinó, en el esplendor divino de su Cuerpo glorioso, para besar el rostro de su Madre, mientras Yo, adorándole profundamente, esparcía lágrimas de alegría en las marcas de sus llagas luminosas, hoy te lo comunico a ti y a todos tus hermanos Sacerdotes, mis hijos predilectos. “¡La paz sea contigo, la paz a vosotros!”, os repito con mi Hijo resucitado.
Nada turbe vuestra paz:
–ni el mundo en que vivís, rebelde a Dios, pervertido y en manos del maligno: Jesús ha vencido ya al mundo.
–ni la Iglesia oscurecida y dividida, donde entra la idolatría y la apostasía: Jesús ama a su Esposa con amor divino, y más que nunca está a su lado en estos momentos de su purificación.
–ni los acontecimientos perturbadores que se suceden, ni las persecuciones y luchas fratricidas, ni el fuego, ni el rojo flagelo que ya se está precipitando sobre el mundo.
Jesús resucitado está vivo entre vosotros.
Él guía los avatares del mundo y de la historia según el designio de su Amor misericordioso, para la salvación de todos sus hermanos redimidos.
Por esto en Jesús, vida y resurrección, paz para vosotros, en la alegría pura y sobrenatural. Paz a todos en el gozo pascual de Cristo. Al Papa y a todos mi bendición en el nombre del Padre glorificado, del Hijo resucitado, del Espíritu Santo que os es dado como don.”
Comentario:
Bien sabemos que el demonio, cuando no puede hacer pecar a un alma, por lo menos trata de crearle dificultades y de hacerle perder la paz, porque como dice el dicho: “A río revuelto, ganancia de pescadores”. Y así el demonio, al traer la turbación, si por lo menos no hace caer en pecado, al menos logra hacernos estancar en la vida de la virtud, y volvernos temerosos y dudosos.
Por eso en estos tiempos calamitosos en que estamos viviendo no debemos perder la paz ni dejarnos inquietar por todo lo que sucede en el mundo, puesto que en definitiva es Dios quien quiere o permite que sucedan todas las cosas que suceden, y Él guía, con su sabiduría infinita, los avatares de la historia al mayor triunfo de Dios y de la Iglesia.
Dos cosas que debemos cuidar con uñas y garras, y ellas son la paz y la alegría, porque si conservamos estas dos cosas en nosotros, el demonio no podrá nada contra nosotros, y seremos invencibles.
Veamos la mano de Dios detrás de cada suceso de esta tierra y de nuestra vida, porque todos nuestros cabellos están contados y nada sucede sin que Dios lo permita.
Entonces conservemos la paz y estemos alegres, porque el triunfo será de Dios y de su Madre, y nosotros venceremos con Ellos.