SERENIDAD
DIOS...concédeme SERENIDAD para aceptar las cosas que no puedo cambiar, VALOR, para cambiar aquellas que puedo, y, SABIDURÍA, para reconocer la diferencia entre ambas; Si pusiéramos en práctica la sencilla y profunda verdad que encierra esta pequeña oración, cuantos momentos de desesperanza, angustia y dolor nos ahorraríamos. Debemos primero reconocer nuestra pequeñez, nuestras fragilidades humanas para luego confiar plenamente en el Amor y Misericordia del Padre y abandonarnos en Él. SERENIDAD... tantas veces perdida frente a situaciones injustas, males que afectan a toda la humanidad, como el hambre, las guerras, violencia en las familias, indiferencia, falta de generosidad, abuso de poder, egoísmo, envidia, el afán del tener por sobre el valor del Ser, la mentira, los deseos de venganza, el rencor, resentimiento... frustración, depresión... dolor.
Debemos intentar cada día entender, que hay cosas que no podemos cambiar. Sólo podemos cambiar cada uno de nosotros, sembrando el bien, siendo solidarios con quienes sufren, trabajando en la construcción de un mundo de paz y amor fraterno, haciendo oración y depositándola a los pies de quien conoce la realidad de cada uno. No debemos dejarnos llevar por el desaliento o el rencor... debemos asumir el camino correcto con perseverancia, esperanza, amor y fe, aceptando con serenidad que a lo largo de nuestro camino, continuaremos observando cosas que no podemos cambiar. VALOR... para enfrentar y cambiar nuestras propias imperfecciones e inconsecuencias. Para defender nuestras creencias, valores y principios, para ser transparentes y auténticos, aunque de este modo seamos más vulnerables, para soportar y entender las injusticias propias y ajenas. Valor para perdonarnos y dar perdón a los demás. Valor para seguir amando... A pesar de todo. Necesitamos valor frente a las adversidades y los problemas cotidianos, enfermedad, pérdida de seres queridos, incomprensiones, rechazos, pérdida de nuestra fuente laboral, en fin, tantas otras. SABIDURÍA... la que solo encontrarás, silenciando tu mente y escuchando tu corazón. Acercándote frecuentemente a largos silencios para conversar con Dios. Sólo allí, encontrarás las respuestas a tus inquietudes y reflexionarás con tranquilidad, si es esa la Voluntad Divina. Que la Santísima Trinidad te ilumine, obre en ti y de conceda la paz.
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