El hombre no vive solamente de lo material, sino que necesita alimento espiritual para su alma, la Verdad para su inteligencia.
Es por eso que si queremos ser cristianos fieles en este mundo cada vez más corrompido, tenemos que alimentar nuestra alma con la buena lectura, especialmente de la Sagrada Escritura, del Evangelio, de las vidas de los Santos, y todo buen libro de formación católica, que nos haga gozar del conocimiento de la Verdad, la única que puede llenar nuestro corazón hambriento de Dios.
En el mundo de hoy se hace difícil ponerse media hora a leer un buen libro, porque a pesar de que los adelantos tecnológicos son muchos y el hombre debería tener más tiempo libre, sucede todo lo contrario, y el hombre ya no encuentra un momento para estar en sosiego con su alma y dedicarse a la vida interior.
Este es el gran error del hombre de hoy, ya que al vivir volcado hacia el exterior, no cultiva la vida interior y entonces se encuentra vacío. Y esto lo nota cuando le sucede alguna desgracia, ya que no sabe cómo sobrellevarla y no pocas veces termina en el suicidio. No habría sido así si ese hombre hubiera dedicado al menos quince minutos o media hora por día a conocer a Dios y las verdades eternas.
Pero ¡atención!, que las verdades hay que conocerlas pero no para que queden en la inteligencia y nada más, sino que hay que llevarlas a la práctica, pues de lo contrario seremos como ese hombre necio de la parábola que construyó su casa sobre arena, porque escuchó la Palabra del Señor, pero no la practicó.
Puede sucedernos que al leer y estudiar cada vez más la doctrina cristiana, nos encontremos con que cada vez debemos comprometernos más y cumplir más cosas. Pero esto es al principio, porque luego la carga se hace llevadera y hasta gozosa, como el mismo Cristo lo ha prometido: Mi carga es ligera y mi yugo es suave.
Tenemos esta vida solamente para conocer a Dios, amarle y servirle, para luego ir a gozar de Él por los siglos de los siglos en el Cielo.