Docenario guadalupano
11 diciembre 2011

Joaquín Gallo Reynoso, sacerdote jesuita

 

 Los caminos de Dios, de María y de nosotros en el Acontecimiento Guadalupano
Los caminos de algunos santos mexican@s y el Acontecimiento Guadalupano.
Estamos en las vísperas de nuestra gran fiesta nacional, la que convoca a más personas de todos tipos desde el rincón más escondido del país hasta las grandes catedrales, santuarios y basílicas. Será la fiesta de la Madre de México. ¡Y en verdad que lo ha sido a través de los siglos como consta en la cantidad de iglesias, ermitas, calles, mojoneras de las carreteras y otros sitios en donde es presencia, auxilio y protección constante! También lo es en el arte, las canciones, el deporte y otras actividades humanas.
 
Bien decimos: ¡Que viva la Reina de los mexicanos, la que con sus manos sembró rosas bellas..! Una bella exageración porque el milagro lo hizo Dios al disponer todas las cosas y a Ella misma para que México naciera y permaneciera como país a través de estos siglos. Bendita sea la Santísima Trinidad que nos ha regocijado con la presencia de María, Madre nuestra, llena de amor y de ternura inigualables.
 
En respuesta a tanto amor, nuestra tierra ha dado a luz muchos devotos excelentes de Santa María de Guadalupe. Hoy recordaremos a algunos de ell@s para avivar nuestra conciencia de pueblo elegido por Dios, capaz de dar muy buenos frutos.
 
Primera consideración: San Felipe de Jesús y sus caminos en Filipinas y Japón. El primero de los santos mexicanos canonizados fue San Felipe de Jesús (1573-1597). Nació en la ciudad de México de padres españoles y fue el mayor de 10 hijos. Un criollo bien puesto y con aires aventureros que lo llevaron a Filipinas para cuidar el negocio de plata de sus padres. Allí decidió entrar con los Frailes Menores, los Franciscanos.
 
No es aventurado decir que, siendo de México y conociendo perfectamente la tradición guadalupana haya sido uno de los primeros divulgadores y promotores de la devoción en Filipinas de Santa María de Guadalupe. Ya en camino para su ordenación sacerdotal que iba a ser en México su barco encalló, lo tomaron prisionero y murió con otros muchos compañeros en Japón. Él nos inyecte su vitalidad testimonial y solidaria para anunciar al que por nosotros fue crucificado como él mismo. Demos gracias por él. Jaculatoria apropiada: santas y santos mexicanos, que supieron amar a Cristo y a María, enséñennos a vivir nuestra fe con amor y alegría.
 
Segunda consideración: Sor Juana, Conchita Armida y fundadoras mexicanas devotas de Santa María de Guadalupe abrieron nuevos caminos... En el siglo XVII ya Sor Juan Inés de la Cruz cantaba loas a Santa María de Guadalupe. En la época de la Independencia muchas mujeres enarbolaron la bandera guadalupana para alentar a otr@s a buscar caminos nuevos para nuestro país. El siglo pasado fueron varias las fundadoras de congregaciones que llevaron el nombre de la Virgen de Guadalupe, entre ellas la venerable laica, madre y abuela que fundó cinco congregaciones religiosas, entre ellas la de los Misioneros del Espíritu Santo. Alabemos a Dios que así las ha entusiasmado y fortalecido para formar verdaderas constelaciones de hermanas religiosas entregadas al servicio de mexican@s y en otras naciones.
 
Tercera consideración: Los  caminos de los mártires de la Cristiada. En la persecución religiosa desatada en México con furor por los enemigos de la Iglesia en el siglo pasado, multitud de hermanas y hermanos nuestros sirvieron a muchísim@s más a través de diálogos, reuniones clandestinas, folletos, estampas y mil cosas más en las que no faltaba la presencia de Santa María de Guadalupe para ayudar a la población católica a mantenerse fiel a Dios y a María. Como vimos hace unos días muchos murieron fusilados gritando: “Viva Cristo Rey, viva Santa María de Guadalupe” y más de 20 de éstos ya son santos canonizados. Agradezcamos su testimonio y tratemos de vivir con la entereza y fidelidad que conviene a quienes recibimos esta herencia preciosa que ell@s nos dejaron…
 
Cuarta consideración: Obispos y presbíteros notables en los caminos guadalupanos. Damos gracias porque en todo el territorio nacional hemos tenido presbíteros y obispos notables que nos dejaron herencias invaluables y testimonios heroicos de su fe y amor a Dios y a Nuestra Santa Madre del Tepeyac. Tenemos presentes entre ellos a San José de Yermo y Parrés, a San Rafael Guízar y Valencia, al Obispo Labastida y más recientemente a los padres Jesús María Hernández, promotor de la Universidad Abierta Guadalupana; Mario Rojas, maestro y gran conocedor de la cultura nahua que le permitió regalarnos la traducción directa y muy bella del Nican Mopohua, y al gran poeta Jesús Guízar, de altísimos vuelos líricos. Demos gracias por tantos hermanos consagrados a su tarea pastoral y que tomaron a Santa María de Guadalupe como su camino expedito para llegar a Jesús.
 
Quinta consideración: Los caminos y aportes guadalupanos de los franciscanos, dominicos, agustinos, mercedarios, jesuitas y de otras órdenes religiosas a lo largo y ancho del país.
 
Es imposible detallar la cantidad de aportes de las órdenes y congregaciones religiosas de varones que a través de los siglos nos han dejado escritos tan medulares para la tradición guadalupana como “La Estrella del Norte”, del padre Francisco de Florencia, sacerdote jesuita, o los poemas sublimes del franciscano fray Jerónimo Verduzco o los cuadros con motivos guadalupanos de diversa índole de varios de ellos, entre éstos algunos clásicos de Gonzalo Carrasco, jesuita. Que todos ellos nos sigan apoyando, iluminando, fortaleciendo para que nosotros asumamos ahora lo que nos toca para dar a conocer al Verdaderísimo Dios por quien vivimos y a la Señora y Reina del Tepeyac, nuestra Amadísima Madre.
 
Apoyos bíblicos: Heb 12, 1-4 y 22-24; Salmo 67(66); Jn 15, 5-17; Apoc 19, 3-9.

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