Fidelidad a la gracia.
Cada gracia que nos da Dios, fue ganada por una gota de Sangre de Jesús y una Lágrima de María, y por eso debemos aprovechar cada gracia y no dejarla caer en el vacío, sino seguir los impulsos del Espíritu Santo, puesto que de nuestra fidelidad a esa gracia dependerán los copiosos frutos que obtendremos para nosotros y para los hermanos.
¿Qué diríamos de un hijo que no sabe apreciar los tesoros de su padre, aún cuando éstos le han costado al padre dolores infinitos? Pues bien, las gracias que Dios nos concede, le han costado a Jesús un dolor infinito, y a María un dolor semejante al de Jesús. Es por eso que no debemos dejar de aprovechar ninguna gracia que el Señor nos concede por manos de María, puesto que si lo hacemos, es como que despreciáramos al mismo Dios.
Y para estar atentos a secundar cada gracia de Dios, debemos rezar frecuentemente, porque la oración ilumina el alma y hace que descubramos cada inspiración de la gracia, para seguirla y ponerla en práctica.