El Nohoch Tata se acomodó cerca del fuego, la iluminación en su rostro le daba características fantasmagóricas. A él se acercó Rayito de Luna —tibia niña de dulce rostro— y le preguntó: —¿Qué es más importante, la limpieza de nuestros corazones o la de nuestros cuerpos? Sobre la rugosa faz del anciano se dibujó una gesticulación apenas visible, atizó las ascuas y mirando las volutas del cigarro dijo: —Niña, cuida tu cuerpo que es el recipiente de tu espíritu y vigila tu alma que es el sostén de tu cuerpo. El rostro de la niña parecía un signo de interrogación, por lo que Nohoch Tata continuó: —La cara bonita y el cuerpo hermoso se compra y venden como cualquier mercancía, se paga con la moneda de la soberbia y se factura con la tinta de la dignidad y la estima propia. —El corazón limpio no tiene precio y lleva en él la grandeza de lo simple, porque no hay dinero que alcance su valor y brilla entre todos como una estrella en el firmamento oscuro —agregó. Rayito de Luna comprendió las palabras del anciano y se alejó rumbo al oriente, donde su hermana Selene bañaba de tenue luz, el castillo del Enano en Uxmal.