El Papa expresa su cercanía a los participantes en el Congreso eucarístico internacional en Dublín.
L'Osservatore Romano
Benedicto XVI recuerda la experiencia de san Pablo e
invita a abandonarse a la fuerza de la oración para superar
toda insidia
La unión con Dios no aleja del mundo. Es más, da la fuerza
para vivir realmente y hacer lo que se debe hacer. Él obra
maravillas «a través de nuestra debilidad, nuestra inadecuación
al cargo». A nosotros sólo nos queda «no confiar en nosotros
mismos», sino «trabajar, con la ayuda del Señor,
abandonándonos a él como frágiles vasijas de barro».
El Papa interrumpió, en más de una ocasión, la lectura del texto
preparado para la audiencia de ayer miércoles 13 de junio. Lo hizo
para subrayar aún más la ayuda que viene de Dios al hombre frágil -precisamente como «una vasija de barro»- en el momento en que
está expuesto a las pruebas más duras, a los sufrimientos más
grandes, a la fatiga para rechazar el ataque «del emisario del Maligno»
que «insidia nuestra vida», una «espina clavada también en nuestra
carne».
Y -dirigiéndose a los fieles que participaron en la habitual audiencia
general, en el aula Pablo VI- propuso la experiencia vivida por el
apóstol san Pablo, para reafirmar la fuerza de la oración, que «no
es solamente la respiración del alma», ocasión para comprender
«la propia debilidad» y experimentar «el poder de Dios, que no
abandona, no deja solos, sino que se transforma en apoyo y fuerza».
El hombre, al desnudo en su debilidad y en su inadecuación, a través
de la oración convencida logra dejarse atraer por Dios hasta su misma
altura, allí donde puede experimentar «la paz, la belleza de su amor»,
ese amor que le da la fuerza necesaria para vencer las insidias del Mal.
Hoy existe una gran necesidad de esta fuerza, inmersos como estamos
«en un mundo en el que corremos el peligro de confiar solamente en la eficiencia y en el poder de los medios humanos» y en «situaciones de
aridez, de dificultad, de sufrimiento».
Durante el encuentro con los fieles, por último, Benedicto XVI dirigió su «afectuoso pensamiento» y su «saludo y bendición» a la Iglesia que
está en Irlanda con ocasión de la celebración del Congreso eucarístico internacional, que tiene lugar en estos días en Dublín. «Una valiosa
ocasión -dijo- para reafirmar la centralidad de la Eucaristía en la vida
de la Iglesia». |