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General: El ángel de la guarda.
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: perladelmar  (Mensaje original) Enviado: 29/09/2012 17:40
 

El ángel de la guarda.



Habiendo creado y ordenado a los espíritus puros según sus diversas funciones y grados de perfección, Dios también los ha querido asociar a su gobierno providencial del universo confiándoles la misión de obrar sobre las creaturas inferiores. Todos, pues, podemos decir, por especial mandato divino, cumplen alguna misión en la creación, sea ésta exterior, es decir, que tiene por objeto la creatura corporal, sea interior, esto es, ordenada a producir algún efecto de tipo más bien intelectual. En este último sentido, entonces, no es incorrecto afirmar que todos los miembros de los distintos coros angélicos reciben de Dios la misión de iluminar a otros. Con todo, no puede decirse lo mismo respecto de las misiones externas ya que no todos los espíritus puros son enviados a realizarlas, en razón, otra vez, de la misma ley de la Providencia [10]. En efecto, como hemos visto, según esta regla, los ángeles superiores no dispensan sus bienes a los seres inferiores si no es a través de las creaturas intermedias. Es verdad que, en el orden natural, algunas veces el ser superior ejerce su acción sobre el inferior al margen de los intermedios. Esto sucede, por ejemplo, cuando Dios, o un ángel por mandato divino, realizan un milagro. Con todo, en el orden sobrenatural no se ve por qué razón esta ley providencial no vaya a ser siempre respetada. Ante todo, porque si el orden natural no es obedecido, es en vistas de obtener un bien mayor en el plano superior de la gracia. Pero el orden sobrenatural es último y no se ordena a otro plano por encima suyo como para poder suspender, en su beneficio, sus propias leyes. Además, si esto sucediera en el mundo de las creaturas puramente espirituales, los hombres no podrían saberlo y, así, resultaría inútil para su propio provecho, ya que si el Creador hace algún milagro es para confirmar a los hombres en la fe [11]. En consecuencia, debe decirse que no todos los espíritus puros reciben de Dios la misión de llevar a cabo algún particular ministerio sobrenatural externo, sino solamente los de rango jerárquico inferior [12].

En efecto, si así no fuera, los ángeles supremos actuarían sobre los seres menos perfectos sin la mediación de las creaturas intermedias, obviando así la ley general de la Providencia, que, en el plano sobrenatural, como acabamos de ver, no conoce excepciones. Entre los ángeles enviados en misión se encuentran los ángeles custodios, cuya tarea consiste en auxiliar a cada uno de los hombres en el camino de la salvación. Esta verdad, aunque aún no haya sido definida solemnemente por la Iglesia, no deja de pertenecer a la fe católica. Es más, la misma Sagrada Escritura y la Tradición admiten la existencia de otros ángeles custodios o tutelares no ya enviados a cuidar de cada hombre en particular sino a diversos ordenes más generales. Así, por ejemplo, los Principados y los Arcángeles, especialmente san Miguel, se encargan de tutelar la humanidad en general y sus distintos reinos e, incluso, iglesias [13]; las Virtudes rigen y cuidan el mundo de los cuerpos; los Principados auxilian a los ángeles buenos y las Potestades ejercen su acción sobre los mismos demonios.

Conclusión.

La existencia y distinción de seres angélicos no puede ser considerada como un cuento de niños, al contrario, ella se revela como una necesidad tanto del orden general del gobierno por el cual Dios conduce todas las cosas hacia sí, cuanto de la particular situación humana en su camino hacia el cielo. La divina Providencia, como en varias oportunidades hemos dicho, ha dispuesto que las creaturas superiores dispensen sus bienes a las inferiores. En conformidad con esta norma, Dios ha mandado y manda a sus ángeles a custodiar y gobernar especialmente a los hombres, y esto lo hace no tan sólo por el prurito de mantener intacta una simple ley de orden sino para usar de misericordia para con nosotros, tan necesitados de la compasión divina. El ser humano, en efecto, especialmente después de la caída original, está necesitado de este precioso auxilio pues no es capaz de evitar suficientemente por sí mismo los males que lo apartan de su fin último, ni de poner como se deben los actos virtuosos que positivamente lo conducen hasta él. En su situación presente, en efecto, las pasiones agitan su alma, obnubilan su inteligencia y dificultan la tarea de su voluntad, enferma y debilitada para observar en su totalidad los preceptos de la ley natural y, con mayor razón, los mandamientos de la ley de la gracia. Ante esta difícil situación humana Dios ha querido proveer directamente a la rectificación del afecto desordenado infundiendo en las almas los dones de la gracia y virtudes e, indirectamente, enviando a los hombres sus ángeles custodios de manera que, iluminando su inteligencia, faciliten la tarea rectora de la prudencia [14]. Así, pues, del mismo modo que la Providencia divina tiene cuidado de todas y cada una de sus creaturas y provee para ello el auxilio y asistencia de distintos espíritus puros, así también ejerce su paternal cuidado de los hombres proveyendo a todos y cada uno de ellos, desde su mismo nacimiento, de un ángel guardián para que los acompañe a lo largo de toda la vida terrena. Y aun después de la muerte,
Dios ha dispuesto que quien se haya salvado tenga junto a sí, y para siempre, un ángel que compartirá su corona de gloria, mientras que quien se haya condenado tendrá a su lado un ángel caído que lo castigará eternamente [15].
Por medio de estos ángeles guardianes los hombres somos librados diariamente de gravísimos peligros espirituales y corporales de los cuales no siempre somos conscientes. Ellos, en efecto, no solamente iluminan la verdad en la inteligencia o inspiran buenos deseos y propósitos en la voluntad sino que también nos protegen de los males que nos amenazan. Es más, su función mediadora no es solamente descendente. Por el contrario, también interceden ante Dios por nosotros presentando ante el trono de la divina majestad nuestras oraciones, nuestros sacrificios e, incluso, el acto del culto público por excelencia de la Iglesia, el Sacrificio Eucarístico de Jesucristo, tal como lo testimonian los textos bíblicos y la misma liturgia de la Iglesia Católica [16].
El culto de los ángeles, entonces, queda, según lo dicho, sólidamente justificado y ampliamente recomendado, no sólo por nuestro propio bien y provecho sino, además, porque, por medio de nuestros actos de devoción, honramos inmensamente también a Dios, pues ha sido Él mismo quien ha dispuesto a nuestro favor su valioso auxilio y protección. Que tan excelentes creaturas no dejen, entonces, de presentar ante el altar de la Divina Majestad la prenda más preciosa de nuestro culto, el Sacrificio Eucarístico de nuestra Redención; que no nos falte, tampoco, su poderosa ayuda, que nos defiendan en la batalla, que nos amparen contra las perversidades e instigaciones del diabólico enemigo, que protejan a la Santa Iglesia Católica y, ya que la soberana y divina Bondad, como reza una piadosa y tradicional oración, nos ha encomendado a sus solícitos cuidados, que no dejen jamás de iluminarnos, guardarnos, regirnos y gobernarnos. Amén.
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