Tiempo para pensar.
En el tiempo de Adviento la Iglesia nos hace poner la mirada en las postrimerías del mundo. Algunos sólo hacen hincapié en que el adviento es preparación para la Navidad, pero dejan de lado que este tiempo es también preparación para la segunda venida en gloria de Nuestro Señor Jesucristo.
Como también muchos no quieren hablar del fin de los tiempos ni del fin del mundo, sino que sólo se refieren al fin temporal de cada hombre, que le llegará con la muerte.
Pero tenemos que saber que no tendría que haber ninguna dialéctica en estos temas, pues la Iglesia quiere que los contemplemos en su conjunto, es decir, que el adviento es preparación para festejar bien la Navidad, que fue la primera venida de Cristo, y que nos preparemos para la segunda venida del Señor. Y también que consideremos el fin del mundo y de la historia, como también el fin nuestro particular con la muerte corporal.
Hoy muchos dicen que no debemos preocuparnos por el fin del mundo o el fin de los tiempos, porque nadie sabe ni el día ni la hora, y sólo el Padre celestial lo sabe.
Esto está bien en el sentido de que por supuesto no podemos aventurar ni predecir fechas y tiempos, pero también debemos reconocer que ahora estamos más cerca de esos acontecimientos que de lo que lo estuvieron los primeros cristianos. Y además el Señor nos ha dicho que habría signos precursores de estos sucesos, uno de los cuales es la gran apostasía, que es la pérdida de la fe en la mayoría, que sería como un signo de la proximidad del fin de los tiempos, cosa que está ocurriendo en estos tiempos.
Siendo las cosas así, es necesario que consideremos todo el adviento como una preparación a lo que ya fue y que se hará presente en la Navidad, como a lo que está por venir, porque Jesucristo es Dios y volverá a juzgar a vivos y muertos, y el mundo, al que estamos tan apegados y tan orgullosos de sus avances científicos y tecnológicos, un día no quedará de él piedra sobre piedra.
Es bueno que pensemos estas cosas no sólo en adviento sino toda la vida, sin angustiarnos por el futuro, pero sí tomando las debidas precauciones para que esos momentos no nos tomen por sorpresa.