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General: LA CANCION DE UN HOMBRE
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De: Delfina (Mensaje original) |
Enviado: 28/03/2013 05:26 |
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LA CANCION DE UN HOMBRE Para una joven
Me pides versos y quiero, sin pomerme ni quitarme, para tu bien demostrarme tal como soy, todo entero. Pues conjeturo y espero que la faz de Dios al ver, comenzarás a romper el camarín encantado donde le tiene guardado tu corazón de mujer.
I
Yo soy el negro pinar, cuyo colosal ramaje, cual un colosal cordaje no cesa de resonar. Soy el ponto, soy el mar Solemne, augusto, perverso; la cuerda, la rima, el verso, la placa donde resuena la profunda, la serena rotación del Universo.
Yo soy la trágica flor con cuya sutil esencia corta y alarga la Ciencia los dominios del dolor. Yo soy Profeta Mayor, augur, oráculo griego; y abrazo y alumbro y ciego con mi triunfal llamarada, cual una zarza inflamada, cual una inscripción de fuego.
Yo voy con el alma ufana por más dolor que me oprima: yo marcho por más que gima toda mi miseria humana. Yo siempre tuve por vana la lengua de la opinión; yo no indago la razón del can ladrando a mi sombra: yo me río y hago alfombra de cualquier admiración.
Yo voy en recta fatal hacia mi primer deseo; yo no palo, yo no veo los muros de lo real; jamás la fiebre carnal conturbó mi luz interna; ni por feroz, ni por tierna, la pasión me deja rastro... ¡yo gravito como un astro dentro de la Paz Eterna!
Yo busco el Bien sin criterio como se desliza un río; y me retuerzo bravío cual un ínfimo bacterio, o reboto en el Misterio cual un sistema solar... ¡Produciéndome al azar de la súplica primera, por más razonar que quiera jamás podré razonar!
Yo consigo la Verdad, sin compás, sin ley, a pulso: yo procedo por impulso de la Gran Fatalidad. Yo a la vieja Humanidad la conflicto, la desgarro: con las llantas de mi carro de surcos hondos la lleno, cual si rodase sin freno por una pampa de barro.
II
Y como el negro pinar cuando se pone a gemir, ni pretende seducir, ni pretende amedrentar, yo no intento gobernar las riendas del corazón; pero yo no sé qué don, qué providencia, qué ley me habrán consagrado rey del Reino de la Emoción.
Poemas de: Pedro Bonifacio Palacios
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