Es maravilloso descubrir que estamos unidos a nuestros amigos y familiares difuntos, por toda la eternidad. Personas simples, olvidadas quizás por el mundo, pero que gozan la compañía de nuestro Dios tan amado, nos están esperando en el Reino de Dios.
La Misericordia de Dios es la que tiende el puente a nuestra glorificación, por los méritos ganados en la Cruz aquel día en el Golgota. Jesús mismo compró esa Misericordia del Padre, y es hoy El el Señor de la Misericordia y desde allí nos llama, nos espera.
Pero también debemos conocer el destino de aquellos que aún esperan ingresar al Cielo, purificándose de las manchas que quedaron en sus almas en el momento de dejar este mundo. Son almas benditas, porque ya están salvas, y lo saben. Sólo que primero deben terminar de purificarse para poder enfrentar la visión Beatífica de aquel ante el cual hasta los ángeles se arrodillan en Su Presencia. Ellas necesitan hoy más que nunca nuestra ayuda con oraciones y Misas, para acortar esa purificación.
Con esta inmensa alegría en el alma, compartimos con ustedes hoy este texto que explica en palabras simples, las realidades de Cielo y Purgatorio, las realidades de nuestro destino de Gloria. También aqui explicamos la realidad del infierno tan temido, realidad inoculatable porque es parte de nuestra fe como miembros de la Iglesia.
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