Vida en familia.
El mundo cae en ruinas porque la familia está en ruinas. Lo importante entonces es que al menos nuestra familia no se vea afectada por esta ola anticristiana que ataca diabólicamente a la familia y a los lazos familiares.
Tenemos que aprender a ser astutos y darle por la cabeza al demonio, todas las maldades que nos sugiere. Por ejemplo cuando nos quiere hacer perder la paciencia en el seno de nuestro hogar, sepamos callar y ofrecer, amar y perdonar, porque el demonio odia los matrimonios, odia las familias, ¡y mucho más odia las familias cristianas y católicas! Por eso tenemos que estar en guardia y no dejarle ningún resquicio por donde el Maligno pueda entrar a nuestra casa. Y esto lo hacemos si tratamos bien a todos, si somos instrumentos de paz en el seno del hogar, evitando peleas, tratando con dulzura y amor a todos, y siendo puente de unión entre todos, sin ser jamás sembradores de cizaña o pleitos.
Dicen que para conocer al hombre hay que verlo cómo actúa en el seno de su familia, en su hogar. Siendo esto así, tal vez muchos de nosotros no salgamos bien parados de este examen, porque a veces somos muy amables y encantadores fuera de casa, pero no hacemos más que pisar el umbral de nuestro hogar, y poner cara de ogro, tener malhumor, gritar y amargarle la vida a los nuestros.
¡Que no suceda nunca más de esta forma! La caridad bien entendida comienza por casa. Vivamos la caridad que nos enseña Jesús en el Evangelio, primeramente en nuestro hogar, en nuestra familia. Porque los prójimos más cercanos que tenemos son nuestros parientes. ¿Que no son perfectos? Más aún, ¿que son muy imperfectos? Muy bien, también nosotros somos muy imperfectos para Dios, pero Él tiene paciencia con nosotros y nos da su amor y nos perdona mil veces.
Seamos buenos, comenzando por los de casa, porque en estos tiempos el demonio está furioso y se la desquita sembrando maldad, desacuerdos y violencias en el seno familiar. Cerrémosle la puerta de casa en sus narices.