Hoy es un día hermoso para agradecerle a Dios: la salud, el día de vida, la alegría del encuentro con los demás, etcétera. Observemos con detenimiento que cosas podemos agradecerle y no nos cansemos de hacerlo. Ello no es conformismo, sino el estar atento a aquel lugar por “donde pasa mi Señor” diría Charles de Foucault, para identificar una belleza oculta en los gratos acontecimientos que Dios nos hace vivir aún en medio de esa dificultad o problema que si lo tenemos parece enceguecernos.