No perdamos la esperanza

Cuando tenemos una necesidad solemos pedir a Dios que nos ayude o que nos conceda lo que necesitamos, y no está mal, todo lo contrario, Jesús ya dijo que pidiésemos a Dios que Él nos lo concedería, “Pedid y se os dará…, llamad y se os abrirá…”. Aunque es cierto que Dios está pendiente de nosotros, no podemos pretender que todo suceda según nuestra voluntad, a veces, ya lo hemos oído muchas ocasiones, incluso lo hemos escuchado de experiencias de otras personas, Dios escribe la historia de una manera distinta a nuestra comprensión. Lo importante aquí no es el camino que se tome sino la actitud que se adquiere frente a nuestra vida itinerante, siempre en búsqueda de Dios.
Nunca hemos de perder la esperanza, es más, esa actitud hacia la cual tendríamos que tender es precisamente la de la esperanza, hemos de pedir al Espíritu que nos la grabe a fuego en nuestro corazón. Como dice el Papa Francisco, la verdadera esperanza es distinta del optimismo, es aquella que arraiga sus raíces en el invierno y sabe distinguir lo bueno y lo malo.
En la vida hay muchas cosas que nos enseñan y dan experiencia para afrontar las distintas situaciones con las que hemos de lidiar, pero además, poseer el tesoro de la esperanza, hace que seamos fuertes, y como dice San Pablo, “cuando soy débil es cuando soy verdaderamente fuerte”, porque confío en Dios en primer lugar, pero también porque es ésta la que me lleva a saber que Dios no me abandona y que allí donde yo no puedo llegar es donde comienza Dios a trabajar.
Tenemos muchos signos de esperanza que nos ayudan a crecer, a confiar y a acercarnos a Dios. Cada uno de nosotros es uno de ellos, cada gesto de amor desinteresado… es una respuesta. No nos abandonemos en la desesperanza, ya que nos anula y no deja que actuemos con libertad, es decir, no deja que seamos nosotros mismos. ¡No perdamos la alegría de vivir! Texto: Hna. Conchi García.