“La justicia humana juzga solamente los actos, pero la Justicia divina juzga también los pensamientos, los sentimientos y las intenciones. Si habéis dado conscientemente malos consejos a alguien, si le habéis empujado a la rebelión, a la desesperación, ¿qué tribunal en la tierra puede condenar semejante conducta? Ninguno, porque, materialmente, objetivamente, no pueden reprocharos nada. Si esta persona va al juez diciendo: «Mire en qué desesperación me ha sumido este individuo», el juez le responderá que este caso no está previsto por el código y que no puede hacer nada por ella.
¡Cuántos hombres, sabiendo que no hay ningún tribunal que pueda castigar los malos pensamientos, los malos sentimientos, las malas intenciones y las palabras engañosas, son lo bastante astutos para ser impecables en el dominio de los actos y evitar así que les detengan! Hay miles de formas de actuar mal sin caer bajo el peso de la justicia humana. Pero nadie escapa a la Justicia divina.”
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