Tanto en el Antiguo, como en el Nuevo Testamento, la Palabra de Dios nos presenta numerosos ejemplos de personas buenas que con su actuar ayudan a los que tienen cerca, a veces prescindiendo de ellos mismos, y así hacen presente a Dios en su propia vida y en la de los demás.
Ayudan a los demás con un apoyo desinteresado y recto no buscando otra meta que el crecimiento de quien más lo necesita y acercarle a Dios que le ama. Si ayudas a otro a encontrar a Dios tu también lo encontrarás y tu gozo será aún más grande.
Algunos de estos personajes bíblicos nos son bien conocidos y es fácil citar algunos, porque cada uno de ellos puede sernos un ejemplo, un modelo para nuestra vida. Ananías es uno de ellos, este hombre bueno de Damasco que recibe el encargo del Señor de acoger a Saulo, el perseguidor y conducirlo hacia el bautismo y la conversión para que sea un verdadero evangelizador del mundo entero.
Andrés, el discípulo de Juan que reconoce al Mesías y busca enseguida a su hermano Pedro para seguir juntos a Jesús, y Felipe ,el apóstol llamado por Jesús que busca luego a Natanel para que también él sea feliz habiendo hallado al Maestro y Salvador.
Cada uno podríamos preguntarnos: ¿y yo a quién ayudo en su camino de búsqueda de Dios?, ¿y a mi, quién me ayuda?. Constatamos así cómo la cadena de ayuda y generosidad se extiende a nuestro lado.
Acordémonos de rezar por tantas buenas personas que nos ayudan y no olvidemos a los que esperan y confían en nuestro apoyo. El Señor nos ha puesto juntos en el camino de la vida para que apoyándonos mutuamente le busquemos cada día con mayor fidelidad, y le hallemos. Texto: Hna. Carmen Solé.