Dios es infinitamente paciente, pero nosotros no vivimos eternamente, sino que tenemos sólo esta vida terrena para arrepentirnos y volver a Dios, si es que nos hemos alejado. ¡Ay de nosotros si no aprovechamos la paciencia de Dios para nuestro bien, sino que ella termina siendo nuestra ruina, por haber abusado de ella!
Hay que recordar que Dios es infinitamente misericordioso y es la Bondad infinita. Pero hay que saber también, que de Dios nadie se ríe impunemente, y la bondad y longanimidad de Dios la debemos aprovechar para el bien, es decir, para convertirnos y ser buenos. Porque si despreciamos a Dios y las cosas de Dios, llegará un día, el que menos pensemos, en que nos sorprenderá la desgracia, y quizás ya sea irremediable para siempre.
Hoy en el mundo, e incluso dentro de la misma Iglesia Católica, se quiere hablar sólo de que Dios es bueno y misericordioso, y se olvida que Dios también es Justo. El santo temor de Dios es un don del Espíritu Santo que siempre debemos pedir, porque no podemos ver a Dios en la óptica que nos conviene, sino en la Realidad, en la Verdad. ¡Cuántos condenados en el Infierno quisieran volver atrás para modificar su manera de pensar a Dios!
El Infierno no va contra la Misericordia divina y es conforme a la Justicia. Es tiempo de que reaccionemos y volvamos a Dios, ya que no queda mucho tiempo, como nos dice la Virgen Reina de la Paz, puesto que el día está ya muy avanzado y se acercan las tinieblas de la noche sobre el mundo, y sabemos que en la noche no se puede hacer nada.
Volvamos a Dios antes de que sea demasiado tarde para nosotros.