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General: EL LEON ENFERMO
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De: Delfina (Mensaje original) |
Enviado: 07/03/2014 11:00 |
EL LEÓN ENFERMO
Enfermo y gravemente De los bosques hallóse el soberano LEON, como decimos vulgarmente.
Su estómago, hasta allí cual pocos sano, Ni el más leve sustento digería Sin dolor infinito, Aunque su majestad sólo comía Lechón, tierno cordero, algún cabrito.
Si era efecto del tiempo esta dolencia, Si de grave pesar, de incontinencia O del rudo trabajo y los desvelos Con que, grato a los dioses, se afanaba El cetro a sostener de sus abuelos Para el público bien y por su gloria, Es un punto dudoso de la historia.
Mas lo que está probado De un modo positivo y concluyente Es que, al verse doliente, Tuvo su majestad la extraña idea De reunir al punto una asamblea Y en ella discutir de cuál sustento A su estómago débil convendría, Y de cuál se abstendría Por nocivo e indigesto.
La turba cortesana, por supuesto, Al escuchar del rey el pensamiento Le pareció muy bien, según costumbre. Envíanse correos Que veloces recorran los estados Para que diputados Envíe cada especie al gran congreso.
Reunida por fin la muchedumbre Jura dar en conciencia Su humilde parecer, de cuyo peso Será juez el monarca; y él primero Expone con voz débil su dolencia. Hablar le toca, y habla un carnicero Diciendo que el enfermo se alimente Con abundante carne ensangrentada.
Levántase otro que de aquel disiente, Pues aunque sea cierto Que es la carne alimento grato y sano, Más saludable fuera al soberano De animal que ya días lleve muerto. Un herbívoro en turno estaba luego, El cual, con voz sonora y mucho fuego, Dijo que el rey en breve moriría Si obstinado seguía Cubriendo de cadáveres su mesa.
«La verde yerba, la sabrosa fruta, El rubio grano y el panal dorado, Que la vista recrea y embelesa, Decía el oso le darán la vida.» Fue su idea aplaudida Pero trabóse en breve una disputa Entre los pitagóricos señores.
El maíz, la cebada y el centeno, La uva, la castaña, la bellota, El regaliz, el heno Y cuantos vegetales Alimenta la tierra en su ancho seno, Tuvieron, entre aquellos animales, Fieles, si no ilustrados defensores.
Y cada cual al rey le recetaba El alimento mismo que él usaba. Después de mucho tiempo y gran ruido, El punto dio su majestad leonesa Por suficientemente discutido: Le puso a votación y con gran priesa En lugar de pesar, los votos cuenta.
La Prudencia (aunque extraña cosa sea Verla en una asamblea) Estaba allí (de paso, por supuesto), Que en tales reuniones no se sienta. E imponiendo silencio con un gesto: «Rey infeliz, le dijo eres perdido Si en recibir consejo así consientes De seres que de ti son diferentes; Y una vez que consejo hayas pedido Tienes tan poco seso Que el número calculas y no el peso.»
El monarca la oyó sin hacer caso Y, viendo que de aquellos animales El número menor por carne estaba, Resolvióse a vivir de vegetales.
Pero el nuevo alimento De tal modo al monarca repugnaba Que muy poco tragaba Y eso con asco mucho y gran tormento. A poco que este plan hubo entablado Murió de inanición el desdichado.
Cuando muchos votos son Como eran en esta historia, No cuentes con la memoria Pésalos con la razón;
Ni busques jamás consejo En hombre que no es tu igual, Aconsejarate mal Aunque bueno, sabio y viejo,
Cada cual juzga por sí; Dirate la verdad fiel, Pero ¿qué verdad? La de él, Que no es verdad para ti.
Poemas de: Concepción Arenal
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De: Delfina |
Enviado: 07/03/2014 17:16 |
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