TERMINANDO EL DÍA
Cae la noche.
Otro día está terminando, con sus penas y alegrías, problemas y satisfacciones. Pero hagamos el propósito de ir frenando un poco del trajín del día, y aprender de los animales y de la naturaleza, que a esta hora van buscando sus nidos para descansar. No dejemos las cuestiones importantes para discutirlas en la noche, porque ya la atención está muy dispersa y el ánimo quizás un poco saturado, y no sería raro que por querer tratar las cuestiones difíciles o problemáticas, terminemos con discusión familiar o conyugal.
Hagamos como los comercios que bajan las persianas cuando llega el atardecer, y también nosotros, en cuanto lo permiten nuestros deberes, vayamos frenando y apaciguando el corazón y la mente. Y una buena opción para lograrlo es rezando el Santo Rosario, de ser posible en familia. Porque el Rosario, con su repetir cadencioso de oraciones hermosas a Dios y a la Virgen, nos tranquiliza el alma, nos da paz y atrae sobre nosotros, nuestros seres queridos y, sobre todo el mundo, un río de gracias, dones y favores celestiales, e incluso materiales cuando hacen falta.
La paz falta en muchas familias y en gran parte del mundo, porque se ha dejado de lado la piadosa costumbre de reunirnos al rededor del hogar a rezar el Santo Rosario en familia. Volvamos a esta beneficiosa y santa costumbre, y muy pronto veremos cómo los problemas se van solucionando.
Busquemos la paz cuando comienza a declinar el sol, y perdonemos de corazón a quien nos haya ofendido en el día, pues dice la Sagrada Escritura que nuestro enojo debe durar, a lo máximo, hasta la puesta del sol.
Que el Rosario y la Santa Biblia sean el refugio y consuelo en las noches, para levantarnos al día siguiente con nuevas fuerzas para seguir en el combate de la vida.