Docenario guadalupano
Por el padre Joaquín Gallo Reynoso, sacerdote jesuita
10/07/2009
La Sagrada Familia y el Acontecimiento Guadalupano
Los descansos de la familia del Señor y de la familia de San Juan Diego. Estamos en uno de los meses en que más posibilidades hay para descansar por el hecho de que infinidad de niños, adolescentes y jóvenes tienen vacaciones de fin de curso en sus lugares de educación formal. Esto nos permitirá reflexionar y contemplar los descansos de la vida de familia de Jesús, María y José, y, también, los que suponemos habrá tenido Juan Diego con su familia.
En este contexto de descanso agradezcamos a Dios y a Nuestra Madre Amada, Santa María de Guadalupe, Su intervención para darnos descanso después de la enorme preocupación que hubo en el país por la influenza. Ella intervino para cortar de lleno esta situación: el 27 de abril de este año se cumplieron los 300 años de la inauguración de la antigua Basílica de Guadalupe. El día anterior es el que más casos se registraron estadísticamente de la epidemia en la ciudad de México; no sé si en el país. Lo cierto es que ese día se oró de manera especial y se renovó el Patronato de María de Guadalupe sobre la ciudad de México y en especial contra las pestes, como era costumbre hacerlo de vez en cuando o ante emergencias. Ese mismo día hubo una baja casi total de registros de la epidemia. Y de allí en adelante, hasta desaparecer. Agradezcamos esta intervención que nos ha descansado y hagamos todo un descanso sano y generoso en nuestras vacaciones.
Espero que las elecciones se desarrollen con un clima de paz, certidumbre y buena voluntad para que así puedan descansar los que estuvieron más comprometidos en las campañas electorales.
(Escribo esto al inicio del mes porque estaré en Ejercicios Espirituales Ignacianos —en retiro y silencio— la mayor parte del mes de julio). Les deseo buenas vacaciones y descanso a quienes puedan hacerlo.
A partir de este mes incluiré algunos párrafos del documento de los Obispos Latinoamericanos de Aparecida, Brasil, del año 2007, para que los vayamos conociendo, y enriqueciendo, con ellos. Primera consideración: El ambiente acogedor de la Sagrada Familia y de la familia de San Juan Diego, primera condición para poder descansar. Imaginemos cómo se llevaron la Virgen y San José tanto desde antes del nacimiento de Jesús en Nazaret como después en Belén, durante los primeros días del Señor; luego en Egipto y posteriormente en Nazaret. Cada uno habrá puesto calor vivo en sus relaciones con los demás. El Niño con sus juegos y sonrisas al principio, Sus papás, con todo el cariño y admiración ante quien había llegado a la tierra de manera tan especial. Imaginemos cómo acogerían a los niños vecinos amiguitos de Jesús en su infancia y adolescencia, y posteriormente, durante su vida como joven, a los vecinos, amigos y parientes que asistirían a Su casa por alguna razón.
Imaginemos también cómo Juan Diego y María Lucía, según las tradiciones tan corteses del mundo nahua, habrán acogido a sus hijos, familiares, vecinos y amigos en ese hogar que fue preparando el corazón y la voluntad de Juan Diego para ser quien acogiera tan espléndidamente a la Virgen en el Tepeyac, primero en las apariciones, y luego, durante 17 años (1531-1548), en la casita que le construyeron a María en el llano, pegado al cerro del Tepeyac. Contemplemos. Imitemos. Preguntémonos: ¿Cómo haremos para hacer más acogedores nuestros hogares? Dicen los Obispos: “Con los ojos puestos en sus hijos, María ayuda a mantener vivas las actitudes de atención, servicio, de entrega y de gratuidad que deben distinguir a los discípulos de su Hijo.
Ella crea comunión y educa a un estilo de vida compartida y solidaria, en fraternidad, en atención y acogida del otro, especialmente si es pobre o necesitado. En nuestras comunidades, su fuerte presencia ha enriquecido y seguirá enriqueciendo la dimensión materna de la Iglesia y su actitud acogedora, que la convierte en casa y escuela de comunión…” (D.A. número 272). Con estos detalles, la Iglesia nos ayuda a descansar muy positivamente... Jaculatoria: Enséñanos a vivir, Familia de Nazaret; a cuantos en nuestro hogar, vamos a ser y crecer...
Segunda consideración: El amor, fuente de descanso, en la vida íntima de la Sagrada Familia y en la de San Juan Diego y María Lucía. En un ambiente de amor las personas nos desarrollamos con equilibrio, buen humor y sin sobresaltos y angustias.
Las personas amadas son seguras, se relacionan con facilidad, sin temores. Pero, sin amor, es imposible el desarrollo armónico de las personas. En el hogar de la Sagrada Familia se vivió en amor, el clima de la familia era el amor. Dios-Amor fincó su morada en la casa de la Sagrada Familia, en casa de Juan Diego, su mujer e hijos. Y quiere hacerlo en nuestras familias. Abramos la puerta al Amor y los amores que nos van haciendo vivir y crecer en armonía...
Tercera consideración: Compartir, clave de vida descansada de la Sagrada Familia y de la familia de Juan Diego y María Lucía. Observemos a las Tres Personas de la Sagrada Familia. El Niño y joven Jesús comparte sus avances en la amistad, en sus correrías por los montes con sus ovejas, en el hecho de ir dominando los instrumentos para trabajar la madera, el artesanado. María comparte el pan oloroso, recién hechecito; la comida caliente y sabrosa para quienes tanto ama, el aseo de la ropa limpísima, gracias a sus labores cotidianas. José comparte el fruto de su trabajo para mantenerlos, el guisado que le ofreció tal vecina como avance de pago por su trabajo. Con sus vecinos comparten gozos, leyendas, tradiciones, regalitos caseros. ¡Bendita Familia que nos enseña a compartir! Y, así, la familia de Juan Diego y María Lucía… Aprendamos de ellos a compartir… Cuarta consideración: El orden, la alegría y la oración, condiciones esenciales de la vida y organización de la Sagrada Familia para vivir descansados. El orden, en una casa-hogar, es esencial. “Un lugar para cada cosa y cada cosa en su lugar”. Esto, obviamente, ayuda a todos a sentirse a gusto. Cuando hay desorden, tiraderos, falta de limpieza, aquello genera caos interior en las personas. No podemos vivir como primitivos. Imaginemos la buena disposición de las cosas en el sencillo hogar de Nazaret y en la choza familiar de Juan Diego.
La oración en común, el dedicar tiempo a orar juntos por las mismas personas, por los mismos intereses, crea vínculos permanentes de amor solidario, de captación de los mismos valores, de verdadero descanso en el Padre que nos ama tantísimo.
Sin oración no hay crecimiento firme y armónico interiormente. Contemplemos a la Sagrada Familia orando a Abbá, el Padre celestial. Habrá gustado internamente los salmos, los himnos de Israel, los trozos de la palabra profética. Habrá inventado sus propias oraciones, Su modelo de orar. Irían juntos, cada sábado, a la sinagoga. A su vez, Juan Diego nos muestra cómo se maravilló al contemplar a María en Sus apariciones como nos consta por el Nican Mopohua (7-24) y cómo se dirigía a Ella en la oración con tanta delicadeza (50-56; 63-66 y 110-116).
La alegría viene de todos los elementos anteriores compartidos, convividos y experimentados en común. Familia que guarda el orden y ora unida permanece unida. ¡Cuánto más la Familia de Jesús! También en la casa de Juan Diego, su mujer e hijos se habrán dado estas virtudes. Agradezcámosle su testimonio… Quinta consideración: Los paseos familiares nos descansan también. Imaginemos el gozo y la alegría de Jesús niño cuando sus papás le decían: “Mañana iremos juntos al campo con tus tíos y primos. Prepara tu sabucán, y ayúdanos a empacar lo necesario para la comida”. ¡Lo que se habrán divertido y gozado contemplando y usando juntos las maravillas de la creación del Buen Padre Dios! Si fueron con los abuelos maternos a Séforis, o a Caná, con sus amistades, habrán disfrutado mucho de esas cercanías tan queridas para Ellos.
Si llegaron hasta el lago de Galilea ¡cómo habrán gozado juntos las aguas transparentes de ese lago que iría a ser el centro más importante de la misión de Jesús. Gocemos y contemplemos, disfrutemos con Ellos estos descansos, anticipos del gran descanso eterno. Imaginemos a Juan Diego con su familia en sus paseos por Cuauhtitlán, ciudad en la que vivían, o las idas a la gran Tenochtitlán para ir de compras.
¡Lo que habrán gozado viendo esas pirámides increíbles, esos canales serpentinos de las lagunas, esos mercados incomparables. Esa pesca y baño en la laguna. Y al gustar la fruta y el olor de las flores lo que le habrán agradecido a Ometeotl, el Dios-Padre-Madre, antes de haberse convertido a la vida cristiana. Y lo que habrán gozado más al ser ya fervorosos cristianos. Ellos ayuden a todas las familias y comunidades a saber vivir y descansar.
Apoyos Bíblicos: Eclesiástico: 7, 27-28; 34, 9-17. Salmos: 127 (126) y 128 (127).
Fil 4, 4-9; Col 3, 12-21; Lc 2, 39-41 y 51-52; Jn 2, 1-12.
Para honor y gloria de la Sagrada Familia.