No es fácil.
No es fácil el camino del cristiano que trata de vivir su fe, y ya el Señor lo dice en su Evangelio: que la puerta para entrar por allí es estrecha, y que el camino es angosto y fatigoso. Jesús no nos quiere engañar, porque Él es la misma Verdad, y nos dice claramente que deberemos luchar, que la misma vida es una lucha, una prueba, porque en este mundo existe el demonio, existe el Mal, que nos probará, y es por ello que no debemos dejar de orar a Dios, a la Virgen y a los Santos, para que nos protejan del Maligno y que podamos superar la prueba de la vida.
Pero también es cierto que, si bien al principio de la conversión se puede hacer difícil el guardar los mandamientos, luego, con el adiestramiento en el combate, las cosas se van haciendo cada vez más fáciles; y más aún si rezamos mucho, en especial el Santo Rosario, porque Dios nos va dando abundantes ayudas, y si nosotros, además, cuidamos de no entrar en ocasiones próximas de pecado, entonces vamos adquiriendo las virtudes.
Dios, en el camino, ha preparado consuelos para que nos fortalezcan en el viaje. Ha puesto personas buenas, hechos agradables, placeres y bienes de todo tipo. Pero al ver de afuera la vida cristiana, puede parecer que es más difícil de lo que es en realidad.
Porque en nuestro caminar contamos con la ayuda de Dios. Y nos sucede como a los Apóstoles, que al ver tanta cantidad de gente, ni se imaginan cómo alimentarla, porque pensaban a la manera humana y racional. Pero estaba Jesús con ellos, estaba Dios, y con Él todo es posible.
Así también nosotros no caminamos solos, sino que es Jesús que va con nosotros, es Dios que está a nuestro lado, y Él todo lo puede, y sólo espera una oración nuestra para intervenir.
La vida cristiana no es una teoría, no es tampoco una filosofía o un conocimiento intelectual, sino que hay que vivir cristianamente para comprender, para entender, y llegar algún día a la comprensión completa, a la edad perfecta de Jesucristo.