El mejor ángulo
Por mi barrio es habitual ver a muchas personas que se detienen ante edificios y monumentos famosos y provistos con una cámara fotográfica o de vídeo buscando hallar el mejor ángulo para obtener la imagen deseada.
Algunos son muy pacientes y parece no importarles el paso del tiempo ni el tumulto de la gente mientras están casi absortos con su máquina hasta que consiguen la luz y el ángulo que les permite obtener una buena imagen. Seguramente obrando pacientemente lograrán un recuerdo mejor de su visita a la ciudad, la imagen bien obtenida les llevará también el recuerdo de todos aquellos acontecimientos que le envolvieron durante este tiempo y además de la fotografía revivirán claramente gestos, expresiones, gozos y detalles de su viaje.
El hecho de encontrarme muy frecuentemente con quienes están preocupados por las imágenes que van a llenar sus cámaras, por la obtención de este ángulo que juzgan como inmejorable, me ha llevado a pensar por qué no me entretengo yo también en buscar el “mejor ángulo” para guardar la mejor imagen de las personas con quienes convivo o las que están cerca de mí y con las que comparto mi día a día.
Si antes de hacer una foto intentamos buscar el “mejor ángulo”, por qué no busco también el mejor ángulo de cada persona, y sin prisas, prescindiendo también de cuanto hay alrededor, logro descubrir sus virtudes, sus facetas mejores que a la vez subrayan su personalidad y ensombrecen la visión de sus defectos y sus limitaciones.
Sería hermoso que a lo largo de la vida aprendiéramos a saber reconocer en cada acontecimiento su “mejor ángulo” para olvidar lo negativo y quedarnos con cuanto hay de positivo, de hermoso, en cada instante que compone nuestro día.
El hecho de haber obtenido este “mejor ángulo” no nos puede llevar nunca a olvidar cuantos pasos y gestos fueron necesarios antes de alcanzar la meta prevista, antes de caer en la facilidad de quedarnos con una mala fotografía, o con una mala imagen de aquella persona que está a mi lado y que quizás hoy no consigo ver iluminada por la luz de Dios. Antes de cerrar la cámara mejor esperar si mañana ha salido un sol mejor y puedo quedarme con una imagen más bella. Texto: Hna. Carmen Solé.