En El Otoño De Mi Vida
La hora hace sonar mi nombre... ¡Todo lo presentido, el anhelo brotado de años de
vigilia va a consumarse en su plenitud! ¿Cómo pude vivir tanto tiempo sin otras
anos a las que entregar mis sueños? Nada importa ya; atrás quedaron las estrellas
que le robé a la noche y es el momento de hacer el recuento de mi espera.
Confieso que nunca conseguí saberme centro del mundo que me rodeaba y recuerdo
días enteros de niñez sin agitar las manos hasta el atardecer. Mis primeros titubeos
coinciden con el declive de mi adolescencia, (nunca quiso el alma estar enjaulada en
mi cuerpo destartalado). Mi juventud significó la aparición de mujeres nunca
antes anheladas por mi corazón, antes bien ignoradas u odiadas en mi impotencia.
Imperceptiblemente, amigos y estaciones me fueron abandonando y sólo yo vacilaba
al intentar escribir mi vida. ¿De dónde nacía aquel vértigo ante el futuro?
Cada amanecer se convierte, pues, en un misterio insondable para mis ojos y todo
camino emprendido se tornó insufrible, sin más compañía que mis huellas en el barro.
Mi cuerpo sufrirá entonces los primeros síntomas de desequilibrio emocional y así
acabé amarrado a las raíces de mi pasado. Ni las más violentas agonías de mil
noches en soledad podrán borrarme su estigma.
Me veo destapando recuerdos y viviéndome en cada piedra, rama o nube que
saludaba mi paso. El mundo giraba sin mí y yo giraba sobre mí mismo, ya olvido...
Esta etapa de anacronismo acabó con la aparición de un alma de niña que hará
posible mi encuentro con la poesía. Hoy no recuerdo ya su rostro y sólo conservo
las breves poesías que me regaló su mano y donde más tarde se mirará tantas veces
mi alma para recordar su voz.
Tras este lapso de idealismo, intuí que la maquinaria humana debía engrasarse
con mi sudor, por lo que descorché botellas enteras de ilusiones evaporadas entre
jirones de amaneceres de insomnio. La obsesión de enfocar mi aliento creativo
junto con el alcohol, aniquilaron parte de mi cerebro.
La suerte me deparó entonces oposiciones a perdedor humano a las que debo sin
embargo el reavivarse el fuego interior que quemará durante cierto tiempo los restos
de mi orgullo. Superado el trámite de la incorporación al engranaje productivo,
resuelvo unir de por vida mi esfuerzo intelectual a la búsqueda del amor anunciado
para mí en el tiempo. Se suceden a continuación largos peregrinajes de soledad e
inacabables naufragios de años hasta desembocar en un corazón totalmente desnudo.
Por primera vez, descubro en el guiño de unos ojos el brillo primigenio que sólo mucho
después nacería como herencia del destino. Lo cierto es que el desengaño de mi miopía
fue sólo el anticipo de la herida que haría sangrar buena parte de mi existencia
posterior. A raíz de este desenlace, quedé desprovisto de todo sentimiento afectivo
y en consecuencia decidí agazaparme en un recodo del invierno, pendido tan
sólo de los latidos de mi corazón enterrado en poesía.
Llegué a estar tan lejos de este mundo que no creí necesario suicidarme. El alma se
me dormiría después en una estrella, a la espera de amanecer con su luz.
¡Cuántas hojas caerían de mis ramas mientras la nieve iba poblando mis sienes!
Mis días más próximos han sido un continuo desfilar ante mi vista de veranos
agostados y primaveras marchitas sin poder siquiera atrapar la niebla con mis dedos.
Cuando acabo de hacer el recuento, oigo que suena mi nombre y sé que todo lo anhelado,
el deseo acumulado en años de espera, va a realizarse en su plenitud. Oigo en sus
latidos las promesas que siempre brillaron en mis pupilas y leo en sus ojos el destello
que alumbró mis días. Estas hojas son las últimas que anota mi tembloroso pulso,
pues pronto iré a su encuentro a ser en ella lo que siempre fue en mí.
Si ves un amanecer el vuelo de dos almas, será que ya hemos enamorado la tierra.
Germán Gorraiz López
Con Cariño Y Mucho Amor!!
Carlitos