Es lamentable que se esté perdiendo esta moda de ser cortés. Porque la cortesía es hija de la caridad, y como dice el dicho popular: “Lo cortés no quita lo valiente”.
Es necesario que volvamos a cultivar esta costumbre tan hermosa de ceder el asiento a una mujer, y más si está embarazada, o a una persona anciana y proteger a los niños.
¡Qué lindo que es ver a los matrimonios cuyos miembros quieren ser corteses el uno para con el otro, y se tratan bien, con respeto y delicadeza!
El mundo se hace muy frío y egoísta porque los hombres estamos tomando la costumbre de las bestias, que no saben saludar, ni ceder el paso, y pelean por la comida y riñen por la presa.
¡Cuántas veces nos ha sucedido que al entrar a un comercio o tienda, decimos “Buenos días” y obtenemos sólo silencio e indiferencia de parte de los demás!
Parece una cosa sin importancia, pero en realidad ser descorteses es faltar a la caridad, porque Dios quiere que seamos exquisitos en el trato con el prójimo, y mucho más con quienes debemos tener más respeto.
Volvamos a la caballerosidad los hombres para con las damas y los niños, y las damas que sean femeninas y gentiles, porque de lo contrario, este mundo se hará cada vez peor para vivir en él, y no sería de extrañar que de un momento para otro se desate una gran revolución, orquestada por quienes solapadamente siembran el odio, el desprecio y el egoísmo.
Tenemos que ser como diques de contención, y ser, al menos nosotros, corteses para con todos. Ponernos en el último lugar, que el premio es grande.