Al lado de un niño.
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Si queremos aprender la infancia espiritual y a ser como niños, como nos lo aconseja nuestro Divino Redentor, entonces tenemos que aprender en la escuela de los niños, es decir, compartir y pasar al lado de un niño uno o varios días, y entonces aprenderemos cómo son los niños y qué debemos cambiar en nuestras vidas para asemejarnos a ellos.
Si no tenemos niños en casa, vayamos de visita a casa de algún pariente o amigo que tenga niños y observémoslos y compartamos con ellos los juegos, las risas y las palabras. Nos volveremos más jóvenes después del compartir con los pequeños, y aunque hagan ruido y sean traviesos, siempre nos dejarán enseñanzas de simplicidad, inocencia, espontaneidad, sinceridad, y un largo etcétera.
Jesús amaba a los niños, y nosotros tenemos que amarlos también porque son los preferidos de Jesús, lo que no quita que debamos también corregirlos y encaminarlos, pero siempre con dulzura, porque ellos son los ángeles que Dios ha puesto en la tierra para que los hombres nos acordemos del Cielo.
Si tenemos sobrinitos, aprovechemos a ir a visitarlos y compartamos con ellos. Saldremos renovados y, aunque quizás un poco “aturdidos”, siempre nos será de gran ayuda para imitarlos.