¿Qué podrá dar un hombre para recobrar su vida?. Mateo 16: 24-28.
Hay que perder la propia vida en su muerte para encontrarla en su resurrección. De esta forma contrapone su actuación de entrega generosa a la búsqueda egoísta de perpetuarse a sí mismo. Esta última puede llenar las preocupaciones personales pero se revela infructuosa y estéril. Se puede ganar el mundo entero pero éste no asegura la continuidad de la existencia, nada es suficientemente valioso para recobrar la vida de este modo perdida.
Un periódico alemán traía esta noticia en los titulares: Millonario muere de tanto trabajar. Se trataba de un hombre de negocios que pasó de carnicero a dueño de fábricas. No conocía el descanso y, por fin, murió de repente. Para economizar, no fumaba ni bebía. Trabajaba sin descanso; se levantaba todos los días a las cinco, y nunca volvía del trabajo antes de las ocho de la noche. Días de fiesta o descanso eran palabras desconocidas en su vocabulario. Trabajo y negocio eran su mundo, día y noche, noche y día. Solamente la renta de sus fábricas de jamón, y dos empresas afines era de varios millones de marcos. Así, no hay organismo que resista. El millonario murió de un cuarto ataque al corazón, de infarto, cuando conducía su Mercedes azul. Murió de tanto trabajar, murió víctima de la codicia. Su esposa y su único hijo heredaron un palacete suntuoso, quince millones de marcos y dos perros de raza, la única distracción del millonario.
Del Salmo 76: Recordaré los prodigios del Señor.