Te derretiste en mis manos como la cera caliente, quemándome.
Te escuché rezar la más antigua plegaria al más ancestral de los dioses.
Te robé una miga de tu inocencia, haciéndote entrever mi mundo.
Pero sabíamos que debía mantenerme recio, aunque lo deseastse
no debía perderme... No era el momento, no era el lugar, sólo era
pura suerte. Un cúmulo de casualidades que nos había llevado
allí, a otro reencuentro, inesperado, casi imposible... Y si hay algo
por encima de mi, le pido que, por favor, que no sea el ultimo.
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