Docenario Guadalupano
Miércoles, 2 de diciembre de 2015 -
Padre Joaquín Gallo Reynoso, sacerdote jesuita
Día 2. Hoy contemplaremos y meditaremos sobre la acción portentosa del Espíritu Santo durante el Acontecimiento Guadalupano.
Ojalá estas reflexiones nos ayuden a redescubrir la santa presencia del Espíritu Santo en nuestra vida y en la misión de cada nación ante el plan tan maravilloso de Dios.
Primera consideración. El Espíritu Santo actuó en las tierras que hoy son México, en el cerro del Tepeyac, para secundar el plan divino de salvación para todos los pueblos (Nican Mopohua: desde el inicio hasta el número 6).
Admiremos la Sabiduría Divina que así actúa por nosotros para nuestro bien.
Segunda consideración. El Espíritu Santo preparó perfectamente el escenario donde iban a ser los encuentros de nuestra Madre con San Juan Diego. Dice el Nican Mopohua en los números 6 a 22 que Juan Diego se quedó extasiado y se preguntaba si ya estaba en el paraíso que Dios nos ha anunciado. Toda la Creación estaba bellísima… Contemplemos con él.
Tercera consideración. El Espíritu Santo preparó a María para que este encuentro fuera muy cordial entre Ella y Juan Diego. Así lo hizo también cuando, a través del arcángel San Gabriel, le anunció que sería la Madre del Mesías. Aquí, Ella viene a darlo para que lo conozcamos, viene a ofrecérnoslo… (Nican Mopohua números 22-31 y Evangelio de San Lucas 1, 26-38).
Agradezcamos el bien programado para nosotros…
Cuarta consideración. El Espíritu Santo preparó también las cosas desde España para que el religioso fray Juan de Zumárraga fuera enviado aquí para que fuera el primer Obispo de lo que hoy es la ciudad de México y sus amplios alrededores. Él preparó también a Juan Diego para que fuera el interlocutor entre la Virgen y el Obispo. Alabemos esta capacidad increíble del Espíritu Santo para iniciar tan espléndidamente este Acontecimiento Guadalupano (N.M. números 39-67; 68-81; 88-93).
Quinta consideración. El Espíritu Santo envió a María con Juan Bernardino para que sanase; preparó el jardín de rosas con los Ángeles de donde Juan Diego las llevaría en su ayate al Obispo que contempló en él la Gran Señal que Dios daba a todo el mundo de su presencia consoladora y misericordiosa a través de Santa María de Guadalupe.
Quedémonos conmovidos contemplando y agradeciendo estas escenas magníficas y únicas en la historia mundial. Y sigamos dando a conocer este Acontecimiento a todos los que podamos; así Dios seguirá manifestando su amor misericordioso a muchísimos hermanos que lo necesitan…
(Ver citas en el Nican Mopohua: 194-204; 103-116; 124-142 y 160-184. Biblia: Is 63.13; Sir. 50, 5-10 y 24, 18.23; Apocalipsis 11, 19 y 12,1). Para la gloria del Espíritu Santo y de Santa María de Guadalupe.