Ahora bien, el Ángel de la Guarda interviene en la medida en que solicitamos que lo haga. Si nosotros nos quedamos callados y no lo invocamos, él no puede intervenir todo lo que quisiera para llevarnos por el buen camino.
En estos tiempos en que nos acercamos a la venida del Reino de Dios a la tierra, y en que la lucha del Cielo y el Infierno se hacen cada vez más terribles, debemos acudir a nuestro Ángel Custodio lo más frecuentemente posible, porque es la gran ayuda que el Señor nos ha puesto a nuestro lado. Invoquémosle siempre con la siguiente oración: “Ángel de Dios, que eres mi Custodio, ya que la Soberana Piedad me ha encomendado a ti, ilumíname, guárdame, rígeme y gobiérname. Amén”. Entonces, si hacemos así, estaremos siempre protegidos por este mensajero celestial y los ataques del Maligno no podrán hacernos ningún daño.
Otra buena práctica es rezarles a los Ángeles de la Guarda de las otras personas, para que ellos predispongan los ánimos para el bien y lleven a sus custodiados a cumplir la voluntad de Dios. Antes de hacer apostolado o hablar a alguien de Dios y de las cosas de Dios, siempre es bueno invocar a su Ángel Custodio para que lo prepare de la mejor manera para recibir la Verdad.
Una oración que seguramente nos han enseñado desde pequeños y que también es muy recomendable usar, es la siguiente: “Ángel de mi Guarda, dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día, hasta que descanse en los brazos de Jesús, José y María”.