Muertes repentinas.
El mundo está lleno de muertes repentinas, no sólo de adultos y personas mayores, sino incluso de jóvenes, y hasta niños y bebés.
Siendo esto así, no debemos dormirnos en los laureles, como quien dice, y preparar nuestras almas para el tránsito al más allá, puesto que nadie sabe en qué momento deberá partir de este mundo. Por eso es necesario estar siempre en gracia y amistad de Dios, para que la muerte no nos sorprenda en pecado mortal o grave, lo cual sería nuestra condenación eterna.
A veces vivimos la vida tranquilamente y por largo tiempo sin confesarnos con el sacerdote, y así creemos que nosotros tenemos el Cielo asegurado, o que Dios nos dará un tiempo antes de la muerte para arrepentirnos y salvarnos.
Despertemos porque este pensamiento no viene de Dios, sino de nuestra presunción y de las astucias del Maligno, que también estará presente en el momento de nuestra muerte, para acusarnos y perdernos a último instante.
Ya Jesús nos previene en el Evangelio que debemos estar siempre preparados, es decir, en gracia de Dios. Si hacemos así, entonces no debemos temer a la muerte repentina, porque tendremos asegurado el Paraíso.
¡Cuántos que se han acostado para pasar la noche, no despertaron más en este mundo! ¡Y nosotros que nos vamos a dormir quizás con odio en el corazón, y en pecado mortal, sin ni siquiera hacer un acto de contrición perfecta cada noche para ponernos en amistad con Dios, así si en la noche nos sobreviene la muerte, evitaremos el Infierno!
¿Dios es bueno? Sí. Infinitamente bueno es Dios. ¿Dios es misericordioso? Sí. Dios es infinitamente misericordioso. Pero nosotros tenemos un tiempo para aprovechar la bondad y misericordia de Dios, y ese tiempo es mientras estamos vivos en este cuerpo mortal. Llegada la muerte, terminó el tiempo de la misericordia y llega el de la justicia.
Locos son los que no piensan en estas cosas, de las que todos los días hacemos experiencia, porque vemos morir a nuestros amigos, vecinos, parientes, y nosotros quizás seguimos en la tibieza, sin confesarnos, sin convertirnos.
Aprovechemos el tiempo de vida, porque se vive una sola vez, y en ese tiempo hay que ganar el Cielo y evitar el Infierno. Si no aprovechamos la vida para esto, habremos vivido inútilmente.