Los ángeles.
Dios creó un número inmenso de ángeles, que son espíritus puros que tienen inteligencia y voluntad.
Dios ha hecho todo bueno, pues de sus manos nunca puede salir nada imperfecto ni malo. Pero una parte de los ángeles se rebelaron y, capitaneados por Lucifer, quisieron ser superiores a Dios, y así se convirtieron en demonios horribles.
Tanto los ángeles buenos y fieles a Dios, como los ángeles malos o demonios, tienen poder sobre la naturaleza humana. Por eso tenemos que invocar frecuentemente la ayuda de los ángeles buenos, y tomar las armas espirituales para defendernos de los ángeles malos, de los demonios.
Los hombres estamos inmersos en una lucha que nos supera inmensamente. Cielo e infierno están enfrentados, y nosotros estamos en medio e implicados en esta lucha sempiterna. También cada uno de nosotros debe contribuir a uno de los dos bandos. Cuando hacemos el bien y vivimos en gracia de Dios, estamos contribuyendo al ejército de Dios; cuando hacemos el mal y cometemos el pecado, nos pasamos al bando de Lucifer, de Satanás, y traicionamos a Dios.
Por eso nuestra verdadera lucha no es contra seres de carne y sangre, sino contra los demonios y contra el pecado, porque el verdadero enemigo nuestro es el pecado, que nos mata el alma y nos entrega en manos del Maligno enemigo.
Digamos, entonces, como decían los santos: “Morir, antes que pecar”, y tratemos de cumplirlo, porque si decimos que servimos a Dios pero vivimos en pecado mortal, entonces no estamos sirviendo a Dios, sino al diablo. Ya lo dice Jesús en el Evangelio: “El que no recoge conmigo, desparrama”.
Entonces, a partir de hoy, tengamos una mirada llena de fe, sabiendo que no estamos solos en este mundo, sino que hay espíritus, buenos y malos, que nos rodean. Unos quieren nuestra salvación y luchan a nuestro lado, especialmente el Ángel Custodio que cada hombre tiene como compañía y defensa; y los otros, los espíritus malos o demonios, buscan nuestro mal y nos odian infinitamente. Entonces estemos atentos y miremos este mundo con los ojos de la fe, porque la mejor arma y táctica de los demonios es justamente hacer creer que ellos no existen, y que la cosa no es para tanto. Así que ¡atención, vigilancia y oración!