En este sexto día de la Novena con que queremos honrar a Nuestra Madre del Cielo, le podemos pedir que obtenga, como Madre comprensiva y fuerte, que nuestras familias se abran siempre al perdón recíproco y a la paz. Y ofrezcamos a Ella el propósito firme de rechazar siempre la tristeza y de ser causa de paz y de alegría para todos quienes nos rodean.
Y siempre recordemos recurrir a su intercesión en cualquier necesidad en que nos encontremos, siguiendo el consejo de San Bernardo:
«Si se levantan los vientos de las tentaciones, si tropiezas con los escollos de la tentación, mira a la estrella, llama a María.
Si te agitan las olas de la soberbia, de la ambición o de la envidia, mira a la estrella, llama a María.
Si la ira, la avaricia o la impureza impelen violentamente la nave de tu alma, mira a María.
Si turbado con la memoria de tus pecados, confuso ante la fealdad de tu conciencia, temeroso ante la idea del juicio, comienzas a hundirte en la sima sin fondo de la tristeza o en el abismo de la desesperación, piensa en María.
En los peligros, en las angustias, en las dudas, piensa en María, invoca a María.
No se aparte María de tu boca, no se aparte de tu corazón; y para conseguir su ayuda intercesora no te apartes tú de los ejemplos de su virtud.
No te descaminarás si la sigues, no desesperarás si la ruegas, no te perderás si en Ella piensas. Si Ella te tiene de su mano, no caerás; si te protege, nada tendrás que temer; no te fatigarás si es tu guía; llegarás felizmente al puerto si Ella te ampara»