Docenario Guadalupano
Padre Joaquín Gallo Reynoso, sacerdote jesuita
Seguimos delineando la gran personalidad de nuestra Madre con los datos que nos ha presentado Antonio Valeriano en su obra central de la identidad mexicana: el Nican Mopohua. Ayer celebramos el día de San Juan Diego Cuauhtlatoatzin, a quien conoció y entrevistó el autor mencionado, para poder escribir este relato sin par en la literatura mundial. Si en su misericordia Dios preparó muy conscientemente este acontecimiento fue por su infinita misericordia, dispuesta siempre a actuar en favor de todos. Aquí lo hizo de manera patente a través de nuestra santa madre y en favor, sobre todo, del mundo indígena y de la futura nación que se iniciaría con esta notable intervención Suya. Por ser elemento esencial del Cristianismo el vivir como comunidad unida, por eso hoy dedicamos este rato de oración a meditar cuánto estimó Jesús la unidad entre los suyos y de ellos con su padre y nuestro padre. Detengámonos con devoción en las consideraciones siguientes para que nos convirtamos en apóstoles de la unidad…
Oración inicial.— Lectura del Nican Mopohua.
124. Y la Reina Celestial luego le mandó que subiera a la cumbre del cerrillo, en donde antes la veía; 125. Le dijo: ”Sube hijo mío el meonr, a la cumbre del cerrillo, a donde me vista y te di órdenes; 126. Allí verás que hay variadas flores, córtalas, reúnelas, pónlas todas juntas; luego baja aquí, a mi presencia”. 127. Y Juan Diego luego subió al cerrillo, 128. y cuando llegó a la cumbre, mucho admiró cuántas había, florecidas, abiertas sus corolas, flores las más variadas, bellas y hermosas, cuando todavía no era su tiempo; 129. porque de veras que en aquella sazón arreciaba el hielo; 130. estaban difundiendo un olor suavísimo; como perlas preciosas, como llenas de rocío nocturno. 131. Luego comenzó a cortarlas, las juntó todas, las puso en el hueco de su tilma. 132. Por cierto que en la cumbre del cerrito no era lugar en que se dieran ningunas flores, sólo abundan los riscos, abrojos, espinas; nopales, mezquites, 133. y si acaso algunas hierbecillas se solían dar, entonces era el mes de diciembre, en que todo lo come, lo destruye el hielo.
Primera consideración. La santísima virgen manda a Juan Diego a que vaya a la cumbre del cerro donde antes se habían visto. (124 – 125)
El lugar del primer encuentro con alguien de importancia para nuestra vida siempre es un lugar estimado, recordado por nosotros. María estima ese lugar porque allí pudo iniciar el contacto sensible con los indígenas y con todos los pobladores de América y con cuantos la visitamos en el Tepeyac. Para nosotros, por lo mismo, el Tepeyac es sitio de bendición, de alianza con Dios y María. Contemplemos esta escena y diálogo. Pensemos y sintamos que con María todo se nos facilita. Subamos con Juan Diego por las flores de Dios y de María…
Segunda consideración. La Virgen le precisa a Juan Diego lo que tiene que hacer con las flores que va a encontrar (126).
María le dice a Juan Diego que recoja todas las flores, que las junte. En la narración el autor usa tres verbos que según las tradiciones culturales indígenas están significando que allí hay un mensaje que después llevará Juan Diego al Obispo Zumárraga. Nuestra vida está hecha de muchas situaciones y acontecimientos dispersos que luego no sabemos juntar ni podemos encontrarles el hilo. Pidámosle a nuestra Madre que nos ayude a unificarnos cada uno; que encontremos en lo ordinario de nuestra vida la clave del plan de Dios sobre cada uno de nosotros para que ayudemos a otros a vivir la unidad.
Tercera consideración. Juan Diego sube al cerro como le indicó la Virgen (127).
Subir a los cerros, en las culturas antiguas mesoamericanas, era equivalente a acercarse a Dios, al que está en las alturas y mira desde allí. Para los indígenas de entonces subir a una pirámide era para realizar un oficio sacerdotal. Antes, en el Tepeyac, se veneraba allí a la diosa Tonantzin, y sólo los sacerdotes subían a ofrecerle el culto… Esta invitación de María para Juan Diego le pudo haber significado que había que ejercer su sacerdocio laical como mediador de una nueva alianza… Imaginemos la expectación de Juan Diego y subamos con él. ¿Cómo ejercemos cada uno nuestro sacerdocio bautismal o ministerial?
Cuarta consideración. Juan Diego encuentra las flores que le da la Señora del cielo como señal (128 – 130).
Imaginemos este encuentro, lo que habrá sentido Juan Diego y cómo se habrá extasiado ante las flores, sobre todo por el significado simbólico ya que las flores, en la concepción indígenas del universo, como sabemos, eran como expresiones del corazón de Dios. Sentían que Dios se les daba y manifestaba través de las flores. En realidad, entonces, Dios se le daba a Juan Diego y a sus indígenas, por medio de María, como el don más precioso. Gocemos con Juan Diego este encuentro tan especial para él, para los indígenas de su tiempo y para nosotros. Pidámosle a María que sepamos vivir unidos siempre con el Dios de la gran Alianza, el que sí salva al hombre.
Quinta consideración. Juan Diego corta las flores y las pone en su ayate (131 – 133).
Gocemos con Juan Diego este don de Dios, y este signo de gran verdad… Las flores significaban también, en los simbolismos indígenas, la verdad. Así, María le entrega a Juan Diego la verdad. De esta manera él experimenta que María le dice y le da la verdad. Así, María le entrega a Juan Diego la verdad, porque ella es fiel.¡ Cómo se habrá sentido feliz y seguro con la verdad de María! Cómo nos dice San Juan, vivamos la verdad y fidelidad…
Lecturas Bíblicas: Jn 17-todo-; Hechos 2, 42-47; Eclesiástico (Sir) 24,5-31.
Oración final.