Docenario Guadalupano
Domingo, 11 de diciembre de 2016
Padre Joaquín Gallo Reynoso, sacerdote jesuita
Día 11. Después de haber dejado a Juan Diego con el señor Obispo el día de ayer, lo vamos a ver hoy completando el mensaje de la Virgen para el prelado. Dispongámonos a participar en uno de los momentos más bellos de la historia.
Oración Inicial. Lectura Nican Mopohua. En ese momento Juan Diego le dice al Señor Obispo: (179). “… y para que aparezca que es verdad mi palabra, mi mensaje, (180). aquí las tienes; hazme favor de recibirlas”. (181). Y luego extendió su blanca tilma, en cuyo hueco había colocado las flores.
(182). Y así como cayeron al suelo todas las variadas flores preciosas, (183). luego allí se convirtió en señal, se apareció de repente la Amada Imagen de la Perfecta Virgen (184). en donde ahora es conservada, en Su amada casita, en Su sagrada casita en el Tepeyac, que se llama Guadalupe.
Primera consideración. Juan Diego le da las flores al señor Zumárraga para que vea la verdad de su palabra y mensaje. (179-180).
Imaginemos a Juan Diego listo para convencer al señor Obispo y seguro de que él y la Virgen quedarán acreditados ante el Obispo que lo escucha; él lleva por fin el mensaje de la Virgen y va a entregar la señal de las flores como signo de la verdad del mensaje… ¡cómo se habrá sentido feliz al poder haber cumplido su misión! Pero no se imaginaba lo que en realidad allí mismo comenzaría: una Alianza exquisita de Dios con nosotros a través de María… Alabemos a Dios y a María que hacen alianza con nosotros, cumplen Sus promesas y nos llenan de esperanza.
Segunda consideración. Juan Diego extiende su tilma y caen las flores (180).
Contemplemos estas escenas tan llenas de un contenido religioso y simbólico sin par. En la historia de la humanidad pocas cosas habrán sido tan sublimes, sencillas y profundas como ésta. Dejémonos penetrar del sentido de la reverencia ante Dios; de Fe profunda al considerar esta acción definitiva y hermosa de Dios y de María; veamos las Flores; sintamos su olor, contemplemos las reacciones de los presentes… dejémonos llevar de la emoción religiosa y sagrada…
Tercera consideración. Al caer las flores del ayate que presenta Juan Diego al obispo se imprime milagrosamente la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe (182-183).
¡Aquí sí que cualquier reflexión o imaginación es poca para contemplar lo que ha acontecido; en el ayate, se imprime, por obra de Dios, para toda la humanidad, la Imagen-retrato de la Santísima Virgen, nuestra Madre celestial! ¡Que nuestro corazón palpite y nuestro entendimiento y todo nuestro ser se incline y motive para alabar a Dios por esta señal que nos da la prueba de Su amor, de Su preocupación por todos nosotros, especialmente de los más empobrecidos! ¡Que estalle de alegría y admiración nuestro corazón ante este signo de Dios poderoso, bondadoso, sublime; El Dios de la Alianza, siempre nueva y eterna…
Cuarta consideración. Apareció en el ayate la Amada imagen de la perfecta Virgen Santa María Madre de Dios (183).
El autor del Nican Mopohua tiene en este versículo especial cuidado para relatarnos todo: dice los títulos principales de María como Perfecta virgen, Madre de Jesús, el Señor. Y en relación con este Prodigio Divino nos dice: la amada Imagen que ha aparecido… Amadísima: ¡cuántos, a través de los siglos, hemos ido a verla! ¡Cuántos han dado su vida por Ella y por Cristo Rey en nuestro país! ¡Cuántos de tantos países se quedan hoy asombrados ante este portento de arte, de luminosidad, de acción gloriosa de Dios en el ayate bendito de Juan Diego! En verdad la alegría y el gozo en el Espíritu Santo nos hace alabar al único Dios, maravilloso, todo amor y perfección que nos ha dado este sublime regalo a la humanidad. Contemplemos con los ojos y el corazón esta Imagen-retrato de María que nos cautiva, sorprende, entusiasma, consuela y llena de alegría. ¡Bendita la elegida por Dios para que Él llegara al mundo y aquí, a nuestra tierra! ¡Bendito Él, que quiso dejárnosla aquí en la pobre y gloriosa tilma! Agradezcámosle este portento de Su ciencia, poder, sabiduría y amor. Démosle gracias porque así demuestra Su amor a todos los pueblos de la tierra.
Quinta consideración. La imagen perfecta de María se venera hoy en Su amada casita, en Su Basílica del Tepeyac que se llama Guadalupe (184).
El autor del Nican Mopohua pone énfasis en decir que Ella está en Su casita del Tepeyac. Imaginemos, pensemos lo que esto debió significar para él y para todos los indígenas de entonces. Ella se quedó en el ayate, en la realidad de uno de los nuestros, en nosotros, en el Tepeyac. Para ellos no era una estampa bonita, Era que María se quedaba a habitar con ellos. Antiguamente el Tepeyac había sido lugar de veneración de la Tonantzin, la madrecita de los dioses y de los hombres, la diosa madre según la tradición. Pero ahora ya no hay confusión: ya no hay invención mítica indígena sino la presencia real —aunque misteriosa— de la verdadera Madre de Dios y Madre nuestra en el Tepeyac. Por designio de Dios ha venido a quedarse entre nosotros y con nosotros. Los indígenas así lo sintieron profundamente, así lo proclamaron y proclaman actualmente, lo cantan, lo escriben, lo viven… ¡Y cuántas personas del país y del mundo hoy proclamamos que verdaderamente es un hecho sorprendente, único, pues se siente que María está realmente presente en Su Basílica-Casita del Tepeyac, que allá Ella habita y atiende a Su pueblo como lo prometió! ¡Qué Providencia de Dios para nosotros sostener un ayate que ha estado en exhibición más de 485 años! Realmente, como lo dijo el Papa Benedicto XIV en el siglo XVIII: “Dios no ha hecho cosa igual con ninguna otra nación“, frase que canta el salmo 147 al referirse al pueblo de Israel. Pero el Papa se lo aplicó a este Acontecimiento Mariano con toda razón. Alabemos a Dios, festejemos todos juntos la gloria de María y sintámonos privilegiados y comprometidos al considerar esta portentosa Alianza de Dios y de María con nosotros que nos compromete a reforzar la nuestra con Ellos y nuestra nación.
Lecturas Bíblicas: Lc 22, 14-20; Salmo 147.
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