Dice Jesús:
“Quien cierra el corazón a la misericordia cierra el corazón a Dios. Porque Dios está en vuestros hermanos y quien no es misericordioso hacia los hermanos no es misericordioso hacia Dios.
No se puede separar a Dios de sus hijos, y pensad bien que vosotros que vivís sois todos hijos del Eterno que os ha creado. También aquellos que en apariencia no lo son, porque viven fuera de mi Iglesia, lo son. No creáis que os es lícito ser duros, egoístas, porque uno no es de los vuestros. El origen es uno: el Padre. Sois hermanos aunque no viváis bajo el mismo techo paterno. ¿Y cómo no pensáis en actuar para atraer a los alejados, a los perdidos, a los infelices, que por diversos motivos están fuera de mi morada?
Dios no es exclusivo de los católicos, y mucho yerran aquellos católicos que no se afanan por los no católicos. No trabajan por el interés del Padre, son sólo parásitos que viven del Padre sin darle ayuda filial. Dios no tiene necesidad de ayuda porque es potentísimo. Pero de todos modos la quiere de vosotros.
Dios circula como sangre vital en las venas de todo el cuerpo del Universo. De este gran cuerpo creado por Él, la Catolicidad es el centro. ¿Pero cómo podrían los miembros más lejanos ser vivificados por Dios si el centro se encerrase en sí mismo con su Tesoro y excluyese a los miembros del beneficio?
Dios está también donde distinta fe o distinto espíritu hace pensar que no esté. Y en verdad os digo que no es lo que aparece lo que es verdadero. Muchos católicos están desprovistos de Dios más de cuanto lo esté un salvaje. Porque muchos católicos tienen de hijos de Dios sólo el nombre, peor: escarnecen y hacen escarnecer este nombre con las obras de una vida hipócrita, cuyas manifestaciones son la antítesis de los dictámenes de mi Ley, cuando no llegan a la abierta rebelión que les hace enemigos de Dios. Mientras que en la fe de un no católico, equivocada en la esencia pero corroborada por una vida recta, está más el signo del Padre. Éstas son sólo criaturas que tienen necesidad de conocer la Verdad. Los hijos falsos, en cambio, son criaturas que deben conocer, además de la Verdad, el Respeto y el Amor hacia Dios.
Las almas que quieren ser mías deben tener misericordia de estas otras pobres almas. Pero las almas–víctimas deben inmolarse, también, por ellas. ¿Hice Yo de otra forma? ¿No me inmolé por todos? Si es misericordia dar de comer, vestir, dar de beber, enterrar, instruir, consolar, ¿qué no será obtener, a precio del propio sacrificio, la Vida verdadera para los hermanos?
¡Si el mundo fuera misericordioso!... El mundo poseería a Dios, y lo que es tortura caería como hoja muerta. Pero el mundo, y en el mundo especialmente los cristianos, han sustituido el Amor por el Odio, la Verdad por la Hipocresía, la Luz por las tinieblas, Dios por Satanás.
Y Satanás, allí donde Yo sembré Misericordia y la hice crecer con mi Sangre, esparce sus abrojos y los hace prosperar con su soplo de infierno. Vendrá su hora de derrota. Pero por ahora viene él porque vosotros le ayudáis.
Pero bienaventurados los que saben permanecer en la Verdad y trabajar por la Verdad. Su misericordia tendrá el premio en el Cielo”.
Dice aún Jesús:
“No tengas titubeos y dudas. Lo que te he dicho es cierto.
Siendo el Creador, Dios está también donde parece que no esté. ¿No es adorado en Verdad, o no es adorado de hecho? Pero Él está de todos modos.
¿Quién ha dado vida al lejano patagonio, quién al chino, quién al africano idólatra? ¿Quién mantiene en vida al incrédulo para que tenga tiempo y manera de encontrar la fe? Aquel que es y que nada puede mermar. El ser la vida en las criaturas, el generar todas las cosas, es el testimonio ante el cual, aún queriéndolo negar, debe inclinar la cabeza todo viviente.
Ahora, el llevar a Dios las almas alejadas, que lo sienten por instinto, pero no lo conocen y no lo sirven en la Verdad, es la mayor de las misericordias. Yo he dicho: “Llevad el Evangelio a todas las criaturas”. Pero ese mandamiento, ¿crees tú que Yo lo haya dado sólo a aquellos doce y a sus directos descendientes en el sacerdocio? No. Quiero que toda alma verdaderamente cristiana sea alma apostólica.
El traer las almas a Mí aumenta mi gloria, pero aumenta también la gloria del siervo bueno y fiel que con su sacrificio ha obtenido acrecentar mi rebaño. La santa que tú amas (Santa Teresita) ha hecho más que cien misioneros, pero su gloria en el Cielo es cien veces mayor porque conoció la perfección de la misericordia sobre la tierra y se consumió para dar la Vida verdadera a los idólatras y a los pecadores.
Tú me dices: “Pero, Señor, cuando uno ha pecado contra Ti y permanece en el pecado, está muerto a la vida de la gracia”. Es cierto. Pero Yo soy el Resucitador, y ante las lágrimas de quien llora sobre los muertos a la gracia Yo emano mi potencia infinita.
Tres, los muertos del Evangelio llamados a la vida, porque no supe resistir las lágrimas de un padre, de una madre, de una hermana. Las almas víctimas y apostólicas deben ser hermanas, madres y padres de los pobres muertos a la gracia y venir a Mí con el cadáver del desgraciado entre los brazos, sobre los brazos, como su cruz más pesada y sufrir por él hasta que Yo diga las palabras de Vida”.