Si los niños viven con la crítica, aprenden a condenar.
Si los niños viven con hostilidad, aprenden a pelear.
Si los niños viven con miedo, aprenden a ser aprensivos.
Si los niños viven con lástima, aprenden a compadecerse a sí mismos.
Si los niños viven con ridiculez, aprender a ser tímidos.
Si los niños viven con celos, aprenden qué es la envidia.
Si los niños viven con vergüenza, aprenden a sentirse culpables.
Pero, si los niños viven con tolerancia, aprenden a ser pacientes.
Si los niños viven con estímulos, aprenden a ser confiados.
Si los niños viven con elogios, aprenden a apreciar.
Si los niños viven con aprobación, aprenden a quererse a sí mismos.
Si los niños viven con aceptación, aprenden a encontrar amor en el mundo.
Si los niños viven con reconocimiento, aprenden a tener un objetivo.
Si los niños viven compartiendo, aprenden a ser generosos.
Si los niños viven con honestidad y equidad, aprenden qué es la verdad y la justicia.
Si los niños viven con seguridad, aprenden a tener fe en sí mismos y en quienes los rodean.
Si los niños viven en la amistad, aprenden que el mundo es un bello lugar para vivir.
Si los niños viven con serenidad, aprenden a tener paz espiritual.