Señor, yo te ofrezco con humildad, mi casa. Tú me las has dado y yo quiero que tú mores perennemente en ella. Porque tú estás en ella, Señor, mi casa es un recinto sagrado.
Haz oh Señor que la llama del altar familiar permanezca encendida cada día, y que mis hijos aprendan aquí en este mi humilde hogar, a conocerte y andar en los caminos tuyos.
Que nuestras oraciones se eleven diariamente al trono de tu gracia, implorando la ayuda y el sostén que todos necesitamos.
Que la luz de tu Santa Palabra nos envuelva en su divina claridad e ilumine nuestros pasos.
Que nuestros labios prorrumpan en himnos de alabanza y gratitud por las bendiciones que de ahora en adelante tú derramarás sobre nuestra familia.
Que la fortaleza de los cimientos de esta casa esté en ti, únicamente en ti Señor, y no en ninguna otra cosa.
Que nuestros vecinos puedan ser guiados por ti por el testimonio de las vidas de los que nos cobijamos bajo este techo.
Que cuantos traspasen los umbrales de esta casa sientan que llegan a su morada de paz y de seres que se aman.
Que el amor no mengüe entre nosotros sino que florezca y cuaje en frutos sazonados y maduros.
Que bajo esta techumbre la voz sólo se alce para bendecir y hablar bien de los demás.
Que nuestras puertas estén siempre abiertas para los que han menester amistad y cariño, pan y consuelo.
Que podamos unos a otros perdonarnos nuestras faltas, olvidar nuestras pequeñas rencillas, y que el sol jamás se ponga sobre nuestro enojo.
Que de esta casa, Señor, salgamos mano con mano hacia el templo, a rendirte la adoración que sólo tú mereces.
Que al despertar cada día nuestro primer pensamiento sea para ti, y que cada noche al retirarnos al descanso, lo hagamos sabiendo que tú velas nuestro sueño.
Que si la miseria, la enfermedad o la desgracia, llegase mañana a esta casa, tan asidos estemos de ti, mi buen Señor, que ya nada pueda abatir nuestra fe.
Señor; una vez más, yo te ofrezco con humildad "Mi Casa".