Se puso muy triste por un momento y de pronto se le iluminaron los ojos y dijo:
“Señor, lo siento mucho, pero se me ha extraviado tu moneda.”
Y sin duda, el Señor pierde muchas de sus monedas de esta manera. Frecuentemente damos al Señor lo que nos sobra. Muchas de las monedas que le corresponden al Señor son usadas en infinidad de cosas que nos atraen y nos gustan. Y cuando tenemos las manos vacías, decimos como el niño: “Lo siento, Señor, es tu moneda la que se ha perdido.”
“Cada uno de según lo que decidió personalmente, y no de mala gana o a la fuerza, pues Dios ama al que da con corazón alegre. Y poderoso es Dios para bendecirles de mil maneras, de modo que nunca les falte nada y puedan al mismo tiempo cooperar en toda obra buena” (2da Corintios 9,8