Jesús, quiero que todos los hombres te amen, y no te tengan miedo. Incluso aunque hayan pecado mucho, yo les convenceré de que Tú perdonas mucho, perdonas todo a quien se arrepiente de corazón.
Jesús, si los pecadores conocieran la dulzura que hay para ellos en tu Sacratísimo Corazón, no tardarían tanto tiempo en venir a Ti, ni huirían de Ti por temor.
Es que el temor lo suele poner el diablo, que no quiere que se le escapen sus presas, y al pecador, luego de hacerlo pecar, le infunde miedo hacia Dios, miedo hacia Ti, Jesús, que eres todo Misericordia.
Por supuesto que Tú, Señor, eres también Justo, pero sé muy bien que en Ti la Misericordia triunfa sobre la Justicia, y quieres derramar sobre el pecador y sobre todas las almas, tu amor infinito.
Pero ¡Señor, qué poco te conocemos! Incluso yo, que he recibido tantas caricias de Ti, a veces me siento inseguro, desconfiado. ¡Y pensar que la desconfianza en tu Bondad te duele más que la abierta negación o maldad!
Enséñame, Jesús Misericordioso, a confiar cada vez más en Ti, en tu bondad infinita para conmigo y para con todos los hombres, a quienes amas y por los que has venido a la tierra a sufrir y morir.