Querido y Divino Niño Jesús, hoy quiero decirte y prometerte que en adelante seré más misericordioso con todos los niños con que me encuentre en el camino de la vida, porque sé muy bien que lo que hago a un niño, te lo estoy haciendo directamente a ti, Divino Niño Jesús.
¡Cómo agradeces, Señor, a quienes socorren a los pequeñuelos, especialmente a aquellos que están más propensos a sufrir carencias de amor, de bienes y de muchas otras cosas!
Jesús Niño, enséñame a ver en cada pequeño que me encuentro, tu divino Rostro infantil, para que no sienta repugnancia de besar esas caritas sucias, pero a las que tanto amas, y que los ángeles del Cielo favorecen siempre.
¡Qué bueno que eres, Divino Niño Jesús, para con quienes socorren a tus criaturas predilectas, los niños! Si los hombres supiéramos los favores que Tú, Jesús, concedes a quienes se ocupan y preocupan por los niños, ya no quedarían niños tristes, porque los hombres competiríamos en ver quién socorre más y mejor a los pequeñuelos.
Ya que yo me he dado cuenta de este secreto tuyo, Jesús, enséñame a auxiliar a todos los niños que se crucen en mi camino, y además a salir al encuentro de muchos otros niños que viven en la periferia de la existencia, como nos dice al Papa Francisco, para que así, al socorrerlos, Tú, Señor, vuelques un mar de gracias sobre los favorecidos y sobre quienes hacen el favor.
Creo, Divino Niño Jesús, que he descubierto el secreto de tu Corazón: los niños. Si quiero ganarme tu benevolencia y hacer que se abran los tesoros infinitos de tu Corazón, entonces tengo que ayudar a los niños.