Señor de mi vida, qué bueno es sentir tu presencia amorosa que acompaña y fortalece. Quiero servirte cada día convencido de que sólo hago lo que tengo que debo.
Ayúdame a procurar ser ese que sólo sirve y acompaña, dispuesto a entregar el corazón y mis fuerzas en cada una de las situaciones que viviré.
No hay otro camino para ser grande sino aquel en el que se debe seguir tu estilo: vivir en el servicio desinteresado. Ayúdame a cumplir este propósito.
De Ti proviene una fuerza sanadora que curaba a todos y por eso no quiero vivir alejado de Ti. Tú has resucitado mi alma a la esperanza y al optimismo.
Oh mi Dios, Cúbreme con tu preciosa sangre y protégeme de todo mal, pero por sobre todo, protégeme de esa inclinación a la vanidad que habita en mí.
Tú no abandonas a ninguno de tus hijos. Tú levantas mi cuerpo cansado y mi alma abatida de toda circunstancia difícil que me ha hecho caer.
Hoy, renuevo mi deseo de seguirte, amarte y servirte. Dame tu gracia para nacer de nuevo en el Espíritu. Quiero vivir en Ti, ser transformado por Ti.
Quiero hacer que mi vida sea la mejor oportunidad para adorarte. Que tu fuerza sanadora habite en mi corazón para siempre. Amén