Docenario Guadalupano
Padre Joaquín Gallo Reynoso, sacerdote jesuita
Amigos y hermanos: de acuerdo con la implementación que les presenté el mes pasado en cuanto a incorporar las intenciones del Papa cada mes en favor de la Evangelización o algún problema reciente de la humanidad, hoy meditaremos y contemplaremos a nuestra Madre en una de las formas más expresivas de la maternidad: cómo las mamás siempre acogen con amor a sus hijos. Lo haremos así porque para este mes el Papa nos presenta la siguiente intención para todo el mes: “Por aquellos que están agobiados, especialmente los pobres, los refugiados y los marginados, para que encuentren acogida y apoyo en nuestras comunidades”.
Esta intención nos subraya una situación dramática actual que están sufriendo millones de hermanos nuestros en muchos países, inclusive en el nuestro. Nuestra Madre, como buena madre, supo, y sigue sabiendo, recibirnos, acogernos y mostrarnos todo Su amor acogedor en el Tepeyac, y en donde estemos… Gocemos esta feliz noticia y sintamos Su inmensa ternura acogedora que tiene con nosotros, con cada una, con cada uno, por la humanidad, por México… Sigamos conociéndola más de cerca como la que nos acoge en cualquier trance o episodio de nuestra vida en el que estemos. Siempre nos acogerá, como toda mamá que se precie de serlo; es un regalo para cada hijo el saber que nuestras mamás siempre nos acogerán. Nada como el regazo materno para sentirnos amados, acogidos y protegidos. Nada como el regazo de María para sentir su misericordia y lanzarnos a vivirla como quiere el Papa que nos invita a hacerlo como ella… Vamos a contemplarla según la metodología que les presenté el mes pasado.
Imagina… Contempla… Oye… Escucha… Toma parte en la acción… Pide la gracia de… Saca provecho y considera las consecuencias… Alaba… Ofrécete…
Oración inicial. Lectura del Nican Mopohua. Juan Diego, apresurado por la gravedad de su tío, intenta sacarle la vuelta a la Virgen con un rodeo, pero ella ya lo estaba esperando por donde iba a pasar… Al encontrarla él le dijo:
111. “Con pena angustiaré tu rostro, corazón: te hago saber, muchachita mía, que está grave un servidor tuyo, tío mío.
112. Una gran enfermedad se le ha asentado, seguro que pronto va a morir de ella.
113. Y ahora iré de prisa a tu casita de México, a llamar a alguno de los amados de nuestro Señor, de nuestros sacerdotes, para que vaya a confesarlo y prepararlo.
114. Porque para ello nacimos los que vinimos a esperar el trabajo de nuestra muerte.
115. Más, si voy a llevarlo a efecto, luego aquí otra vez volveré para ir a llevar tu aliento, palabra, señora, jovencita mía.
116. Te ruego me perdones, tenme todavía un poco de paciencia, porque con ello no te engaño, Hija mía la menor, Niña mía; mañana, sin falta, vendré a toda prisa“.
117. En cuanto oyó las razones de Juan Diego, le respondió la Piadosa, perfecta Virgen:
118. “Escucha, ponlo en tu corazón, hijo mío, el menor, que no es nada lo que te espantó, lo que te afligió; que no se perturbe tu rostro, tu corazón; no temas esta enfermedad ni ninguna otra enfermedad, ni cosa punzante, aflictiva… No estoy yo aquí que soy tu madre..?”
Meditemos, contemplemos la escena, escuchemos…
Primera consideración. Juan Diego le hace saber a María que le dará una pena al comunicarle que su tío está muy grave, y le dice que irá por un sacerdote para que atienda a su tío (111-113).
¡Que delicadeza de Juan Diego con la Virgen! Piensa que le va a dar una pena a María con la pena que le va a presentar, como si no ella no lo supiera. Imaginemos la comprensión acogedora y la ternura de María al oír esta comunicación sencilla y fiel de Juan Diego ante la probable muerte de su tío. Sigamos contemplando este diálogo; oigamos estas palabras preocupadas y llenas de fe de Juan Diego. ¿Qué tanto le participamos a María nuestros temores? ¿Sentimos, como Juan Diego, que ella nos acogerá y comprenderá? Pidamos a él que nos enseñe a platicar, a dialogar con nuestra madre y a tenerle muchísima confianza.
Jaculatoria para este día: Santa María de Guadalupe, madre nuestra espiritual; acógeme, acógenos en tu regazo, madre sin igual.
Segunda consideración. En su diálogo con la Virgen Juan Diego menciona que todos esperamos el trabajo de nuestra muerte (114).
En su diálogo con la Virgen, Juan Diego le menciona que la muerte está cercana para su tío. Para los indígenas de entonces les era bastante familiar la muerte. Tenían el rito de los sacrificios humanos y apreciaban a quienes morían en el parto y en la guerra. Imaginemos la ternura de María para acoger esta preocupación tan fuerte de Juan Diego…
Tercera consideración. Juan Diego, muy decidido para ir a México por el sacerdote, le dice a María que regresará al día siguiente para cumplir su encargo (115-116).
Juan Diego le pidió a María que lo perdonara, que le tuviera paciencia, porque no pensaba ir con el Obispo otra vez a presentarle en ese momento los deseos de ella…. Esta confianza de Juan Diego en María es verdaderamente filial, agradable y desconcertante. Por un lado siente dejarla, pero también el amor por el tío enfermo le pide que se apresure a ir a México. Esta premura para Juan Diego era mayor pues se trataba del tío que era una figura tan especial para los indígenas..! ¡Con qué ternura habrá escuchado María a este hijo suyo! Confiemos en ella. Confiémosle nuestras necesidades…
Cuarta consideración. María le dice a Juan Diego: “Escucha, ponlo en tu corazón… es nada lo que te ha espantado, lo que te afligió… que no se perturbe tu rostro, tu corazón… (117).
Contemplemos a María y a Juan Diego en esta escena. Ella es verdadera madre que sabe escuchar, desde lo más profundo de Su amor, al corazón del hijo… Siempre está atenta a lo que le pedimos y a nuestras necesidades. Sabe respondernos perfectamente como lo estamos deseando y necesitando. Ella, que sabe oír desde su corazón inmaculado y vigilante por nuestro bien, también pide que escuchemos a otros con el corazón, a fondo, que acojamos a otros…
¿Cómo podríamos vivir esta dimensión de apertura del corazón para escuchar a Dios, a María, a los demás..? Sintamos que Ella nos dice: “Te amo, ponlo en tu corazón… Y manifiéstales a los demás que los amas, que los acoges… como yo, como Jesús…”
Quinta consideración. Que no se perturbe tu rostro, tu corazón. No temas… (118).
En la cultura indígena el rostro y el corazón, dichos en una sola frase, querían decir la persona, todo lo que es uno. Ellos se educaban para tener un rostro firme y un corazón generoso y valeroso. Ella le está diciendo en realidad: que no se descomponga tu persona; contrólate, sé fuerte y valiente, confía y despreocúpate, pero aprende a acoger a otros que sufren como tú. Abandonémonos con toda confianza en ella, la llena de gracia, la Omnipotencia suplicante, como la ha llamado la Iglesia. Pongamos nuestra persona bajo su cuidado materno, acogedor y cariñoso…Y pongámonos este mes a acoger a otros en sus necesidades como nos pide el Papa…
Lecturas Bíblicas: Lc 2,41-51 1 Tes. 4, 13-18 Sal 91 (90).