Aunque
hable las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, no
soy más que una campana que toca o unos platillos que resuenan. Aunque
tenga el don de profecía y conozca todos los misterios y toda la
ciencia, y aunque tenga tanta fe que traslade las montañas, si no tengo
amor, no soy nada. Aunque reparta todos mis bienes entre los pobres y
entregue mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, de nada me sirve.
El
amor es paciente, es servicial; el amor no tiene envidia, no es
presumido ni orgulloso; no es grosero ni egoísta, no se irrita, no toma
en cuenta el mal; el amor no se alegra de la injusticia; se alegra de la
verdad. Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo tolera.
(...) Tres cosas hay que permanecen: la fe, la esperanza y el amor. Pero
la más grande de las tres es el amor.
"Canto al amor", de la Primera carta a los Corintios