Los niños son los predilectos de Dios
¿Y nosotros queremos ser “grandes”? ¿Pero por qué de una vez por todas no entendemos que lo que enamora al Señor es la pequeñez y la sencillez?
Tratemos de hacer el esfuerzo no en escalar para ser grandes, sino en anonadarnos para ser pequeños, porque solo a los pequeños Dios le revela sus secretos.
Que somos débiles y pecadores. Que no tenemos grandes cualidades. Que somos un número más en el mundo y nadie nos toma en cuenta. Para Dios no es así, Él nos mira como si nosotros fuéramos los únicos en existir, y se complace en posar la mirada en nosotros porque somos débiles y pequeños como a Él le agrada.
Cuando queremos ser “algo”, es ahí donde nos equivocamos, porque el Señor tiene predilección por las “nadas” y quiere colmarlas de gracias y bendiciones de todo tipo.
Nuestro camino debe ser inverso al que siguen los hombres del mundo. Ellos tratan de subir, de escalar puestos y honores; nosotros debemos tratar de bajar, de anonadarnos y ponernos los últimos en este mundo, así Dios nos llenará de gracias y seremos felices ya en esta vida y luego para siempre junto a Dios en el Cielo.