Así como las flores anhelan los cálidos rayos del sol, nuestra alma tiene hambre por la presencia amorosa de Jesús.
Sin embargo, a diferencia de las flores, podemos encontrar al Hijo aun en los días nublados de desesperación.
Apocalipsis 21:23
La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que la iluminen, porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera.