¿Qué SERIA EL MUNDO SIN LA NAVIDAD?
Sólo falta un mes para que termine el año 2016, y antes de que se “vaya”, estamos a la puerta de celebrar la Navidad, es decir, el NACIMIENTO (de allí viene el término Navidad) de Jesucristo.
Y hoy, mejor que una explicación de los textos litúrgicos (que dicho sea de paso, los textos litúrgicos actualizan e interpelan nuestra historia) de la noche de Navidad, mejor también que una homilía de la Navidad, me propongo hacer una reflexión, tranquila y serena y profunda de esta gran fiesta que celebramos todos los cristianos.
Ante todo, ponte en silencio, recógete. Sal del mundo exterior que te rodea. La vivencia teológica de la navidad no está en las fiestas, en el árbol, en los regalos, en el nacimiento, o Belenes, ni en los alegres brindis que brindamos en la mesa. La vivencia espiritual profunda de este Misterio sólo puede experimentarse en el silencio del corazón. Como la Virgen María, que TODO lo guardaba en su corazón.
Por favor, acéptate como eres, ERES UNICO en el universo, en todo el universo, no existe uno como tú. No te evadas, no huyas acusándote de tus infidelidades con Dios. Como dice San Pablo: “Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia de Dios”.
Tampoco sobrevalores tus virtudes. Ni la infravaloración, ni la soberbia son más que un intento de evasión. Toma con paz, sin amargura, sin rencores, sin remordimiento tu pasado, pero con realismo, tú presente.
Como dice la Escritura: “Si HOY escuchas la voz de tu Señor”. Nótese que el autor sagrado dice: “HOY”. Para Dios solo existe el HOY, para nosotros, el pasado, presente y futuro. Acéptate tal como eres, pobre, limitado, inmensamente imperfecto. Nunca mejor que el otro. Acéptate a ti mismo como eres en realidad ante Dios.
Sentirás dentro de ti un vacío grande, que es fruto de tu pasado y tu presente, condicionando ambos tu futuro. Ese vacío de tu corazón, el único que lo puede llenar es ese Niño, que es Dios. Deja que el silencio de tu retiro te hable de Dios. Que hable sólo EL. Tú escucha en silencio. Pero tú dirás: "No “puedo escuchar porque tengo mucho ruido”. Pero dice el Maestro: “Pedid y se os dará”. Lo que pasa es que no sabemos pedir. Pedimos lo que pide el mundo: “Salud, dinero y amor”. Sin embargo este Niño-Dios cuando sea adulto dirá: “Buscad PRIMERO el reino y su justicia, y el resto os vendrá por AÑADIDURA”
La felicidad de la Navidad no es para oírla de un hombre, sino para vivirla personalmente. La dicha y el gozo de la Navidad no se pueden decir desde un púlpito. Mis palabras son incapaces de darte a vivir la Navidad. Ya lo dijo este Niño cuando fue adulto: “Un ciego no puede guiar a otro ciego, porque ambos caerán”.
Deja que te habla la luz navideña que viene a visitar tus tinieblas y las tinieblas del mundo. Tú también estás en oscuridad y no hay más luz que la que viene a traer este Niño. El vino al mundo cuando todo el mundo estaba en paz y en el alto silencio de la medianoche. Tú también tienes que esperar esa paz y en esa oscuridad de medianoche para que venga a ti.
Tú silencio y el mensaje sin palabras que trae el Verbo es lo único que puede darte la realidad navideña. Dios viene a tu corazón. Quiere acunarse en él. En ese corazón personal e irrepetible, quiere venir a él como lo hizo en el pesebre.
El Niño que nace es la Palabra, el Verbo de Dios, y sin embargo no habla. Los recién nacidos no hablan. Pero el silencio de este recién nacido vale tanto como el Sermón de la Montaña. Dios se ha hecho hombre.
No es que se ha revestido de hombre, ni es un hombre endiosado. Es tan hombre como tú y tan Dios como el Padre. Es el Niño-Dios. Ese va a venir a tu corazón. No importa que tu corazón sea pobre. Él también era pobre y vino buscando especialmente a los pobres. Tu corazón es tan pobre como el pesebre, y las pajas tienen tan poco valor como tu pasado, presente y futuro previsible.
El Niño calla, pero ¡dice mucho! También cuando todos los días nace en el Altar, guarda silencio de recién nacido. Si quieres conocerte, fíjate en el Niño. La antropología nace del conocimiento de Dios, más que del conocimiento directo del mismo hombre.
Conociendo al Niño empezarás a conocerte a ti mismo y a los demás hombres. El hombre es el “yecto” y el Dios-hombre es el “anteproyecto”. Pudo no ser así. Adán pudo ser el proyecto del Niño-Dios. Pero no lo quiso Dios. Ese Niño que debes recibir en tu corazón es tu “anteproyecto”. Tú eres una copia inspirada en EL.
Si es así, lo más cerca de Dios es la carne, la naturaleza humana, el hombre, tú. EL y tú, un “nosotros” de amor.
También puede haber equidistancias, si en tu silencio, en tu corazón vives profundamente la teología de la Navidad. Lo más cercano a ti puede ser tu esposa, tu esposo, tus hijos, tu trabajo, tu mascota, tu casa etc, pero es Dios el que reemplaza todas nuestras realidades. Si entiendes a ese Niño, Dios puede hacerse más cercano, más próximo.
El mundo sería otro sin navidad. ¿Qué sería de ti sin este nacer de Jesús? ¿Qué sería el mundo sin la navidad? Otro mundo, otra cosa mucho más fría y sin sentido.
¡Cómo andaríamos nosotros! Por el contrario, si vivimos hoy, esta noche, la experiencia íntima de la Navidad, nos será más fácil encontrar a Cristo en la Iglesia, en la Eucaristía y en nuestros hermanos, en el mismo Cosmos sobre todo en el pobre pesebre de nuestro corazón.
Artículo publicado (hoy con algunas añadiduras del suscrito) hace más de cuarenta años por el gran teólogo de la Iglesia Católica: Karl Rahner.