Joaquín Gallo Reynoso, sacerdote jesuita
Dios nos hace familiares suyos gracias a la salvación realizada por Jesús
Empezamos a considerar en estos docenarios algunos puntos esenciales de nuestra fe. Hoy seguiremos profundizando en algunos de ellos.
En este tiempo de Cuaresma los invito a que nos adhiramos más a la persona de Jesús, nuestro Señor y Salvador, como nos lo insistió nuestro papa emérito. Aprendamos de Santa María de Guadalupe su solidaridad con el pueblo contemporáneo de Juan Diego, a quien vino a mostrar su preocupación maternal por todas para que todos tengamos mejores posibilidades de vida como Ella vino a generar en México.
Primera consideración: El Padre nos ama y nos atrae hacia sí a cada una.
Dice el relato original de las Apariciones Guadalupanas que Juan Diego “se postró en su presencia (de la Virgen). Escuchó su aliento, su palabra, que era extremadamente glorificadora, sumamente amable, como de quien lo atraía y estimaba mucho.” (N.M. 22).
Es algo muy parecido a lo que nos dice Dios en Isaías 54, 8: “Con amor eterno te amé.”. ¡Qué maravilla que Dios nos ame a cada una tan especialmente. Agradezcámosle este amor tan personal. Jaculatoria apropiada: Con María, nuestra Madre, sabemos que Dios nos ama.
Segunda consideración: El Padre nos pone a Jesús como modelo de nuestra vida.
Cristo es el Señor, el Mesías enviado por el Padre para que todos tengamos la abundancia de vida eterna gracias a Él. De su plenitud recibimos gracia sobre gracia. Es nuestro modelo a seguir pues hemos sido creados a su imagen y semejanza. María le ayuda a Dios a que cada uno alcance esta dimensión tan honrosa y gloriosa para nosotros.
Tercera consideración: El pecado, separación del amor de Dios y lejanía del ideal cristiano. Dios nos dio la libertad para que nos escogiéramos cada quien a sí mism@: qué tipo de persona queremos ser cada quien. Pero tenemos en nosotros la tendencia a ponernos como centro, a desplazar a los demás y a Dios a otros lugares en nuestra vida.
A veces, hasta conscientemente rechazamos el amor de Dios y nos inclinamos al pecado y caemos en él en sus distintas formas. Y nos vamos destruyendo cada quien a sí misma… Con esto ofendemos la sabiduría y amor de Dios.
Pidamos a nuestra Madre, impecable, que nos ayude a vencer las tentaciones para que no caigamos en el pecado y nos alejemos de Dios y de nuestros prójimos.
Cuarta consideración: Jesús viene como nuestro Salvador universal. La Segunda Persona de la Santísima Trinidad, Dios mismo como el Padre y el Espíritu Santo, ha querido aceptar ser nuestro hermano y salvador y por eso fuimos diseñados según lo que Él sería. Así, puso su casa entre nosotros, compadecido al máximo por nuestras caídas. ¡Cómo agradecerle tanto amor y compasión! María fue enviada a todo el mundo en el Tepeyac “para aliviar nuestras angustias, penas y dolores” (N.M. 32). Ella nos enseñe a ser solidarios con los demás como lo sigue siendo con todos.
Quinta consideración: Gracias a la pasión y muerte del Señor somos salvados.
La vida, pasión y muerte del Señor Jesús son la prueba máxima del amor que Dios nos tiene. Más no pudo hacer por nosotros para salvarnos. Desde la cruz nos atrae hacia el Padre y hacia nuestros hermanos y hermanas. Aprendamos de Él a acompañar a los demás a llevar sus cruces como Él ha llevado la nuestra. Que María nos acompañe y fortalezca en nuestro caminar doloroso como acompañó a su Hijo hasta el calvario y como acompañó a Juan Diego ante la mala salud de su tío Juan Bernardino