La sonrisa es como el desbordar de algo que nace dentro, que se da espontáneamente, no se puede arrebatar, forzar, ni pedir. Brota sola y así, por su cuenta, se prende al rostro del que elige.
La sonrisa es como una transmisión de simpatía que nos hace sentir livianos y alegres.
Sonreír es acoger, confortar, abrir el paso, invitar a pasar. Subir un peldaño en el amor.
La sonrisa es como una gota pequeña, pero en esa gotita cabe el mar.
Hay sonrisas suaves que humedecen los labios entreabiertos, por los que parece que se están escapando las estrellas.
Sonreír es querer soñar dentro del otro. La sonrisa de un instante es a veces la compensación de muchos años. La sonrisa acaricia, retiene, perdona, habla. Es como depositar una promesa en los que sufren y un tono alegre en los que cantan. La actitud más empecinada se ablanda con ese gesto amistoso de donación.
La sonrisa ensancha. Esa aptitud entre los hombres tiene algo de sol naciente. Es como si brotara una rosa por dentro y empezáramos a repartir pétalos a los demás, colándose el perfume por los ojos, por los labios, por la expresión transfigurada.
Es una moneda de valor incalculable. No vale hasta que se reparte. Y no enriquece hasta que se regala.
Todos nos apoyamos en ella, aunque nadie se da cuenta.
No escatimes tu sonrisa al que te la niegue, esos que la agotan por la vida y la apagan con el viento, son los que más la necesitan. Sonríele a ese prójimo serio, triste, envejecido.
De ti puede brotar ese don, ese gesto que redime, ese ángel que acaricia.
Bajo tu sonrisa podrán salvarse muchos de los que pasan desesperados, y curarse muchos de los que pasan enfermos. Bajo tu sonrisa se detendrán los viajeros, atraídos por ese pedacito de Dios que irradia tu expresión. La sonrisa se inventó para el milagro. Para el milagro ese que, de pasada, podemos hacer todos los días.
Que a los míos, a los que amo, y a todos los viajeros del mundo, no les falte nunca una sonrisa.
Zenaida Bacardí