La historia del sistema acuoso que dio origen a los cenotes del sureste de México es larga y fascinante. Hace 65 millones de años cayó a la Tierra el meteorito que, según algunos expertos, desencadenó la extinción de los dinosaurios. El impacto fue tal que elevó la superficie terrestre y formó la gran planicie que hoy es la península de Yucatán —un espacio geográfico particular cuyo subsuelo cuenta con una extensa red de cavernas y ríos subterráneos que, como venas hechas de agua, irrigan ese vasto territorio y son fuente de vida de las criaturas que lo habitan —la majestuosa selva maya.
Este inmenso grupo de cavidades, conectadas entre sí a lo largo de más de mil kilómetros, es de hecho uno de los sistemas acuáticos más grandes del planeta, un arcón de tesoros naturales, y también culturales, que alimenta nuestro presente desde tiempos lejanos. Por su vastedad, este sistema aún no ha sido explorado en su totalidad, pero hoy es parte de nuestro imaginario y lo ha sido desde tiempos remotos.
Se estima que en toda la península existen al menos 10 mil cenotes interconectados entre sí. Cada uno le ha regalado a los exploradores y científicos un pedazo de historia. Ahí, entre estalactitas, cuevas y aguas de colores inimaginables, se han encontrado vestigios de los antiguos habitantes de esa región, de la flora y la fauna que existió ahí hace miles de años, de la importancia de los corales y, por supuesto, de todo lo que fue en su momento la gran civilización maya.
La gran belleza
Según han revelado diversos estudios geológicos, la península de Yucatán estuvo hundida en el mar. Cuando el océano se retiró, el suelo de piedra caliza filtró el agua de la lluvia hacia el subsuelo, lo que generó el surgimiento de ríos subterráneos.
Como todas las formaciones geográficas, los cenotes se dividen en categorías que se establecen según su antigüedad. Los abiertos son los más viejos y se encuentran rodeados de una vegetación privilegiada. Por su parte, los cenotes de caverna son los más nuevos, y, para alcanzarlos, muchas veces hay que entrar en cuevas y hundimientos más pronunciados.
Los mayas y sus “cavernas de agua”
El mundo acuático, para la cultura maya, es una de sus posibles arqueologías, una máquina del tiempo que nos permite comprender una parte de su vida ritual, de su universo simbólico y de su sistema cosmogónico, que incluyen algunas de las creencias más arraigadas para los antiguos mayas. La palabra “cenote” nace del vocablo maya ts´ono’ot que se podría traducirse como “caverna con agua”.
En su calidad sagrada, los cenotes nos revelan en sus profundidades la cosmovisión originaria, una narrativa asombrosa en la que las piedras y los lagos tenían y daban vida. Los antiguos pueblos del sureste mexicano consideran que estas cuevas eran y son sagradas, al punto que, cada vez que se las encontraban en el camino, se instalaban en sus alrededores y les pedían con respeto permiso para entrar. Estas cuencas, casi mágicas, les daban agua (vida), les permitieron cultivar y les proporcionaron una vía para entrar en contacto con sus deidades.
Para los antiguos mayas, los cenotes eran santuarios y por eso los llenaron de ofrendas mortuorias y, también, de leyendas. En años recientes, se han encontrado en estos sitios ornamentos, huesos y figuras que indican la importancia que tenían y el papel que jugaron para esta cultura. En un sentido más antropológico, estas pozas de agua eran un sinónimo de vida al punto que, en algunas regiones, se consideraba que las estalactitas y sus infinitas gotas eran como pechos que amamantaban a la Tierra. Desde esta perspectiva, los cenotes eran un canto al origen de la vida.
Para los antiguos mayas, los cenotes también fueron un portal para sumergirse en el inframundo (conocido en maya como Xibalbá), donde vivían todos los dioses; ahí también podían encontrarse con los aluxes, seres pequeños, equivalente a un gnomo o duende, encargados de resguardar el agua transparente y la exuberancia de la selva maya.
Los cenotes como motor social
A pesar de la importancia que los cenotes tienen para el pasado de México, el turismo irresponsable y la sobreexplotación de los terrenos que circundan estos cuerpos de agua han generado una gran crisis para todos los habitantes de la selva. Desde hace algunas décadas, lamentablemente, las cosas han cambiado y muchos habitantes de la península se han visto forzados a abrir sus cenotes para subsistir. Aunque algunos han sido catalogados como áreas naturales protegidas, aún abundan en la región empresas que explotan los recursos que los rodean y no solo contaminan sus aguas, sino que le quitan el sustento a los pueblos habitantes de la región.
Esta realidad ha sido un motor para la creación de diversas asociaciones civiles, que, a través de la organización y el esfuerzo valioso de cientos de personas, han logrado victorias contundentes: por ejemplo, cerrar las macrogranjas porcinas que tanto daño le hacen a la tierra. Gracias a su trabajo, organizado y llevado a cabo por pueblos enteros, se ha logrado la implementación de espacios sustentables que protegen, al mismo tiempo, el entorno natural y la cultura de los pueblos mayas de la actualidad.
Tres cenotes para ver una vez en la vida
Cenote Ik Kil – Chichén Itzá
Se trata de un pozo a cielo abierto que se encuentra cerca del sitio arqueológico de Chichén Itzá y tiene una profundidad de más de 40 metros. De una belleza deslumbrante, este cenote es el hogar de una gran variedad de aves —cardenales, loros, tucanes y muchos más—, plantas y árboles que lo hacen ser semejante al Paraíso. Este espacio también es visitado por monos, venados y otros animales, además de haber sido sede de ritos y ofrendas desde tiempos inmemoriales.
Comisión Mexicana de Filmaciones – Creative Commons
Cenote dos ojos – Tulum
Este cenote es uno de los más espectaculares de la península. Además de ser un sitio perfecto para practicar el buceo, su red de cavernas se extiende por 60 kilómetros, lo que permite observar una buena parte de las especies acuáticas de la región. Las formaciones rocosas de este cenote son espectaculares y raras, un lugar que pareciera pertenecer a otra realidad.
Niek van Son – Creative Commons
Cenote Azul – Bacalar
Enmarcado por una exuberante flora, este cenote a cielo abierto es, según expertos, uno de los cenotes más viejos que conocemos. Ubicado en el corazón de la selva y conectado con la Laguna de Bacalar, las aguas turquesas del Cenote Azul son el hogar de una gran cantidad de peces y otros seres acuáticos.
holachetumal – Creative Commons
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El manto acuífero de la península de Yucatán es uno de los muchos tesoros que esta región ha dado al mundo. Por eso Baktún Pueblo Maya, una iniciativa de La Vaca Independiente, trabaja para la protección, divulgación y celebración de sus entornos naturales, la vibrante cultura que los habita y su enorme sabiduría.